Domingo 31 de marzo
IV domingo de cuaresma
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
5. Actúa, lleva a tu vida la oración.)
Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: —«Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
—«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.»
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo:
«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.»
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo:
«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.» Pero el padre dijo a sus criados:
«Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.» Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó:
«Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.»
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre:
«Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.» El padre le dijo:
«Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»»
Pistas: La visión que Jesús tiene de Dios es revolucionaria. Muchos de sus contemporáneos no son capaces de entenderle. La parábola de hoy nos habla de amor incondicional, de misericordia, de hogar. El padre de la parábola es Dios y nosotros los hijos.
Es la historia de un amor absoluto. Todo lo del padre es de los hijos y cada uno lo gestiona como quiere. Lo único que el padre de la parábola hace es respetar la libertad de sus hijos y enseñarles el camino del amor.
El joven busca la felicidad lejos del padre, pero no la encuentra. Y necesita tocar fondo para pensar: “Nada de esto me ha llenado, estoy peor que nunca. Volveré…”. Y a su regreso encuentra más de lo que espera. Hay muchos detalles que hablan de cómo el padre le ama, le estaba esperando, no le echa nada en cara, le devuelve la dignidad, vuelve a estar en el hogar.
¿Qué significará este hogar del padre de la parábola? El Reino de Dios, la salvación, la vida del Espíritu, que se abre a la vida eterna. El Reino de Dios presente y pleno al final de la historia.
El mayor se esfuerza, cumple, está en el hogar. Diríamos que es bueno. Pero no es capaz de disfrutar, ni de entrar en la dinámica de amor del padre. Su amor, y por tanto su felicidad, todavía no es plena. Está resentido y todavía no se ha enterado de todo en lo que el padre le quiere hacer partícipe. Este Evangelio no nos dice lo que pasa con el hermano mayor ¿Entraría?
Toda la parábola es una invitación. ¿Estás lejos y perdido? ¿has tocado fondo? ¿nada te sacia? ¿no puedes más? Vuelve a casa, vuelve al hogar, acude a Dios… ¿Estás dentro, pero todavía no te sientes del todo en casa? ¿juzgas y no tienes paz? ¿te sientes injustamente tratado? ¿no eres capaz de amar como Jesús enseña? El Padre te dice hoy unas palabras similares al de la parábola, porque todo es tuyo, la salvación es para ti, la promesa del Espíritu Santo es para ti, la vida de Dios es para ti, la felicidad, la bienaventuranza, el Reino de Dios. Y tú ¿entrarás a la fiesta?
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.