Jueves 30 de abril

Jueves, 30 de abril
III semana de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 6, 52-59
En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.» Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaúm.

Pistas: El Evangelio que acabas de leer sólo se puede entender a la luz de la muerte y resurrección de Jesús. Tiene como trasfondo la experiencia de los discípulos al reconocer y experimentar a Jesús resucitado en contextos eucarísticos. Cuando parten el pan se les abren los ojos. Y cada domingo, al repetir la Cena del Señor, se hace presente Jesús.
Lo que Jesús ha venido a revelar no son sólo unas ideas sobre Dios, una teoría, un modo de vida… Él ha venido a comunicarnos la vida de Dios, a habitar en nosotros, a darse a nosotros, a darnos vida para siempre. Se hace uno con nosotros hasta el punto de que la sangre que derrama en la cruz, la entrega de su vida, es el acto de amor del cual se hace memorial en la Eucaristía. Jesús se hace alimento para nosotros.
Lee despacio el texto y comprobarás cómo en cada frase San Juan va dando una vuelta de tuerca.
Jesús dice que hay que comer su carne y beber su sangre para tener vida eterna y resucitar, para que habite en nosotros, para vivir por Jesús (al igual que Él hace la voluntad del Padre, si Jesús habita en ti tienes que vivir por Él). “No es como el de vuestros padres”, es algo nuevo que durará para siempre, que transforma, que da vida de verdad.
Jesús es la vida, es el Pan de vida, es algo nuevo, sorprendente, asombroso. Deja que Jesús rompa tus esquemas y habite en ti.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida

Martes 28 de abril

Martes, 28 de abril
III semana de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 6, 30-35

En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.»»
Jesús les replicó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.» Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan.»
Jesús les contestó: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

Pistas: San Juan quiere dejar claro que la fe en Jesús es el único camino para tener vida. Que sólo por medio de Él se puede alcanzar una vida plena. Jesús puede saciar el hambre y la sed que hay en el corazón del hombre. Le piden un signo para creer en Él y Jesús les dice que Él es el signo. Que Él es el Pan.
Por una parte, en la Eucaristía Jesús se hace presente en el Pan. Y, por otra, en este texto se hace referencia también a la necesidad de plenitud que hay escrita en lo profundo del ser de cada persona. Jesús es “el pan de Dios que baja del cielo y da vida al mundo”. El de Moisés sólo era de transición, “para salir del paso”. El de Jesús es otra cosa. Es el que da vida. Es el signo definitivo.
Si encuentras en ti sed y hambre, si necesitas más en tu vida, si hay un vacío en ti que no se llena, Jesús saciará tu hambre y tu sed. Dirígete a Él. Confía en Él. Jesús es quien dijo ser y puede transformar todo en tu vida.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Lunes 27 de abril

Lunes, 27 de abril
Lunes, III semana de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 6, 22-29
Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago.
Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no había habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les contestó: «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»
Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?»
Respondió Jesús: «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»

Pistas: Me buscáis porque comisteis hasta saciaros.
Al día siguiente de la multiplicación de los panes y los peces, buscan a Jesús. Le preguntan: ¿Cuándo has venido hasta aquí? Jesús no responde a su curiosidad, sino que va a lo profundo: “me buscáis porque…”. Pienso que nos sucede a todos que, a veces, buscamos a Jesús por interés: Señor, que apruebe este examen, que tenga suerte en este trabajo, que tenga salud, que todo me vaya bien… Y queremos que Dios sea una varita mágica en nuestras manos que nos arregle las cosas.
Y Jesús va a lo profundo: no busquéis lo inmediato, lo material, lo que es transitorio. “Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”. Ese es el alimento que Jesús ofrece. Comienza aquí pero no termina aquí; se vive ya aquí pero alcanzará su plenitud en la eternidad. Además, ese alimento lo da Jesús (el Hijo del Hombre es un título que Jesús se aplica a sí mismo. Hace referencia a su humanidad y a su origen divino, Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre).
La obra que Dios quiere es que creamos en Jesús. Esto será nuestro alimento, nos dará vida y vida eterna. La fe nos indica el camino por el que llevar nuestros esfuerzos. Nos guía para no perder el tiempo, para una vida plena. La fe en Jesús es la clave. Por eso San Juan insiste una y otra vez en que sólo en el encuentro con Jesús, sólo a través de Jesús y de la fe en Él, podemos llegar a Dios y ser felices.
Y como sabes la fe es un don y una tarea, la más importante “¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere? … La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado”. Pídesela a Jesús y esfuérzate por vivirla.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

IV Domingo de Pascua

Evangelio según San Juan 10,1-10.
Jesús dijo a los fariseos: «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante.
El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.
El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir.
Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.
Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz».
Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.
Entonces Jesús prosiguió: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.
Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado.
Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento.
El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia.»

Domingo 26 de abril

Domingo, 26 de abril
Domingo III de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: «¿Qué?»
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les hablan dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Pistas: Aquel mismo día, el día en que Jesús había resucitado -después del viernes terrible de la pasión de Jesús y del sábado lleno de tristeza-, el domingo se ponen en camino. Imagínalos. ¿Cómo estaría el corazón de aquellos dos discípulos? Y en medio de sus dudas, de su conversación y su búsqueda, Jesús se hace presente. Al principio no son capaces de reconocerlo. Jesús les escucha, les acompaña.
Qué bonito aprender de Jesús. Si quieres acompañar a alguien en la fe, escúchale, camina a su lado, respétale, háblale de la verdad con la Palabra de Dios.
Aquellos dos discípulos esperaban en Jesús, habían oído el anuncio de la resurrección, vieron el sepulcro vacío, pero no eran capaces de creer que Jesús está vivo ¿Por qué? Porque ellos no lo habían encontrado. Y la fe tiene un momento de chispazo (lo que sucede al final del Evangelio), pero también tiene otro de camino, de proceso. Porque incluso después de aquel encuentro con Jesús que lo cambia todo, vuelven a Jerusalén (a la comunidad) y allí comparten su fe, y tendrán que seguir caminando.
Palabra y “partir el pan”. Sé cuánto echáis de menos muchos de vosotros partir el Pan. Quizás este tiempo en que sentimos hambre de Eucaristía, hambre de comunidad y de sacramentos, nos pueda ayudar para valorar más este regalo de Jesús. No es una presencia de recuerdo o metafórica, es real, al partir el Pan, Jesús está ahí y todo el poder de su resurrección, toda la luz de Jesús se hace presente.
Aquí tienes un evangelio para caminar con Jesús, contarle y escucharle. ¿Cuántas cosas esperábamos que fuesen de otra manera? ¿cuántos planes frustrados? ¿cuánta incertidumbre y caminos nuevos nos esperan? Pero, si camina Jesús contigo, si tú caminas con Jesús, arderá tu corazón en el camino que recorres y podrás reconocerlo, no sólo al partir el Pan, sino en la comunidad, en el testimonio de los hermanos, en la oración, en el hermano al que amas y sirves… Jesús va contigo, abre los ojos, que te abra los ojos.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 25 de abril

Sábado, 25 de abril
San Marcos, Evangelista

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Marcos 16, 15-20
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Pistas: Hoy fiesta de San Marcos leemos el final de su Evangelio.
Fíjate en los verbos que se usan: ‘Id’ y ‘proclamad’. Son las directrices que da Jesús a sus Apóstoles. El mensaje del Evangelio traerá salvación a aquellos que lo acojan. Los mismos signos, el mismo poder que tenía Jesús, también acompañarán a los que crean en Él.
Jesús resucitado anuncia la misión de su Iglesia y así sucede en ella: sanar, salvar, realizar signos con el poder de Dios.
Te invito a leer el Evangelio sabiendo que Jesús también te lo dirige hoy a ti. ¿Qué te está pidiendo hoy con estas palabras? El Papa Francisco nos dice que seamos una Iglesia en salida. Y para responder a esta llamada: ¿qué tienes que hacer tú personalmente en tu propia vida? ¿qué está en tu mano cambiar en tu comunidad? El Evangelio decía: Id y proclamad. Es el mandato que tenemos. Y para ello no estaremos solos. El Señor confirmará la palabra y abrirá caminos.
En este tiempo de incertidumbre los cristianos tenemos que abrir nuevos caminos, encontrar nuevas formas, para anunciar y vivir la novedad del Evangelio. El Señor cooperará, lo confirmará con su poder.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Viernes 24 de abril

Viernes, 24 de abril
II Semana de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?» Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.»
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?»
Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo.» Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.»
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que habla hecho, decía: «Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.» Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Pistas: Jesús da de comer a una multitud con cinco panes y dos peces. “Ya sabía lo que iba a hacer”, pero un muchacho le da lo que tiene y eso sirve para muchos. Dios tiene un plan de salvación, pero necesita nuestra colaboración. De lo que no es suficiente, Jesús logra que llegue y sobre.
En esta lectura podemos encontrar una doble enseñanza. Sobre la Iglesia y sobre la Eucaristía. Los discípulos son la Iglesia, que al escuchar a Jesús y fiarse de Él permiten que pueda saciar a aquellos que se le acercan.
Felipe veía la necesidad de saciar a la muchedumbre. Pero es muy probable que ni se planteara solucionarla ¿Cómo podría hacerlo? Hoy también Jesús nos interpela a los que escuchamos su voz señalando las necesidades y los sufrimientos de las personas. Si escuchas a Jesús y miras a tu alrededor podrás ver con su mirada y descubrirás qué necesitan y qué necesita Jesús de ti. Lo que propone nos puede parecer que está por encima de nuestras fuerzas, cualidades y capacidades. Pero Jesús toma lo poco que podemos ofrecerle y todo cambia. Sólo necesita que nos impliquemos.
Andrés y el muchacho descubren el camino: dar a Jesús lo que tienen. Son un poco “locos”, pero Jesús es sorprendente si te fías de Él. Y ellos lo saben. Muchas veces podemos pensar que las soluciones son grandes planes, grandes recursos, programaciones, proyectos, etc. Y, aunque todo eso es necesario, la solución es Jesús, que bendice tus pocas fuerzas, los pocos recursos y capacidades y bendice a las personas y a la Iglesia -que con humildad le ofrece lo que tiene y lo que es-.
La multiplicación de los panes simboliza también la Eucaristía. Sobran “doce canastas con los pedazos de los cinco panes” (por eso no dice nada de los peces). Doce como las doce tribus de Israel. Jesús pondrá en marcha la Nueva Jerusalén, la Iglesia. Y la Eucaristía es su alimento. Un alimento que sobreabunda, pero necesita que pongamos lo que tenemos. Sobra para repartir al que lo necesite, no sólo para la comunidad. De la Eucaristía tenemos que salir tan llenos de amor, tan llenos de Dios, que lo compartamos con los demás.
Muchos estos días estáis echando profundamente de menos la Eucaristía… sólo se me ocurre que de esto debemos salir con un mayor amor y deseo de ella.
Muchas cosas nos enseña este Evangelio: cómo mirar, escuchar a Jesús, qué necesitan y que necesita Jesús de mí, la abundancia de Dios, la Eucaristía… Elige el tema que te toque el corazón y reza con él.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Jueves 23 de abril

Jueves, 23 de abril
II semana de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 3, 31-36.
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Pistas: ¿Quién es Jesús? En cada frase de este Evangelio san Juan nos ayuda a acercarnos a Jesús en varias pinceladas. Si lo piensas bien, es como conocer a una persona. Cada día que compartes con alguien vas descubriendo rasgos de su personalidad que vistos en conjunto te ayudan a descubrir quién es y cómo es. Pero si intentas hacer una definición precisa y exacta te vas a dejar cosas fuera. Así, con más razón, pasa con Jesús, pasa con Dios. Vamos a ir desgranando lo que dice el Evangelio de hoy:
-Es el Hijo de Dios hecho hombre. Es “el que viene de lo alto” y está por encima de todos. Su testimonio no es el de cualquiera –como lo ratifica la resurrección-.
-“Habla de lo que ha visto y oído”. Jesús es el Hijo de Dios y revela al Padre. Es el Testigo Fiel de la verdad. Aceptar su testimonio y creer en Él es estar en la verdad y poseer la vida eterna.
-Jesús da el Espíritu sin medida. Ésta es la experiencia de los discípulos después de su resurrección. Al fiarse de Jesús y seguirle no les van a faltar las dificultades que desembocan finalmente en el martirio en muchos casos. Pero tampoco les falta el Espíritu que por medio de Jesús Dios da sin medida.Lo prometió y lo cumple.
-Creer es recibir el Espíritu y poseer la vida eterna. Para el que no crea “la ira de Dios pesa sobre él”. ¿Qué es la ira de Dios? Pues no dejarnos amar por Él, estar lejos de su amor, no permitir que Jesús nos salve… El sinsentido, la desesperación y la frustración hacen que se vea a un dios en el que no merece la pena creer. San Juan hoy te dice que sólo accediendo a Dios por Jesús se puede descubrir su verdadero rostro.
Continúa en este camino de oración leyendo su palabra que te ayuda a conocerle. En Jesús hay verdad y vida. Déjate sorprender por la novedad constante que es Jesús.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Miércoles 22 de abril

Miércoles, 22 de abril
II semana de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 3, 16-21
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Pistas: Para que tengan vida. Eso es lo que Dios quiere. Que tengamos vida, eterna, plena, auténtica, vida que ha vencido a la muerte. Y el camino es la fe en el Hijo de Dios, en Jesús que ha venido al mundo por amor a los hombres.
Para que tengan salvación. Porque, aunque nos gustaría poder hacerlo, el hombre no puede salvarse a sí mismo. Necesita a Dios. Siempre tendrá un hueco en su corazón que nada podrá llenar. El bien, la verdad, la belleza, el amor… lo llenan, pero nunca del todo. Siempre hay sed de más. Para eso ha venido Jesús, para enseñarnos el camino hacia Dios, para abrirnos el camino a su vida. Salvarnos de la muerte, del pecado, de la ignorancia… y abrirnos la puerta a una plenitud que no podemos encontrar en nada de este mundo.
Hay un juicio, no lo emite Dios. Dios no envió a Jesús para juzgarnos (es decir, para dejarnos atrapados en el pecado, en la maldad o en la culpa)… lo envió como luz. Y si se rechaza la luz ¿qué sucederá? Ya está hecho el juicio, sólo queda el camino de las tinieblas. No hay más: o luz o tinieblas. Si hay luz, la tiniebla desaparece.
Y esa luz ilumina la vida, ya no vale seguir con las malas obras, porque quedan al descubierto. Ante Dios no puedes ir con mentiras, porque te conoce, sabe quién eres mejor que tú mismo. La buena noticia es que te ama, incondicionalmente. Ha venido para salvarte, no para juzgarte. No le importa lo que hayas hecho, ni si te sientes indigno… sólo quiere que le dejes amarte, que le dejes darte su luz.
Y se abrirá ante ti un nuevo camino, porque no te quedará otra que apartarte de aquello que es tiniebla y vivir en la luz. No encontrarás otro camino para ser feliz que dar los frutos de los hijos de la luz.
Ésa es la verdad, que sólo en Jesús hay salvación, que sólo en vivir como discípulo suyo hay salvación y vida. Recuerda el Evangelio de ayer. Es un don, es fruto del Espíritu que te hace nacer de nuevo.
El Evangelio de San Juan tiene un estilo peculiar, da vueltas, avanza un poco y otra vez… parece la misma idea, pero va poco a poco profundizando (como un tornillo que se aprieta). Quédate con alguna idea y reza con ella ¿qué te está diciendo, para tu vida, para tu situación, el Evangelio de hoy?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Martes 21 de abril

Martes, 21 de abril
II semana de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 3, 5a. 7b-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
—«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.» Nicodemo le preguntó:
—«¿Cómo puede suceder eso?»
Le contestó Jesús:
—«Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»

Pistas: Ayer Jesús decía a Nicodemo: hay que nacer de nuevo, hay que nacer del agua y del Espíritu. Esto sólo podemos entenderlo a la luz de la resurrección. Hace referencia al bautismo y a la venida del Espíritu Santo.
Quizás nos resistamos ¿Partir de cero? ¿reiniciar? Tal vez pienses: “ya lo he intentado muchas veces y no lo he conseguido” o “yo ya voy tirando, hay cosas que sé no seré capaz de cambiar, es mejor aceptarlas y tirar como pueda…”. Jesús te invita hoy: ¿quieres nacer de nuevo?
El pecado tenía poder sobre el hombre, la muerte tenía poder sobre el hombre, la tendencia al pecado tenía poder sobre el hombre… pero Jesús nos hace libres, capaces de hacer las obras del Espíritu (en la carta a los Gálatas puedes encontrar las obras de la carne y las del Espíritu). Sólo el Espíritu Santo, llenando tu corazón y unido a tu espíritu, puede darte la fuerza para vivir la vida nueva que Jesús regala. Pero si te quedas acomodado en lo antiguo, si no te atreves a cambiar y arriesgarte…. no te enterarás del regalo tan grande que Jesús quiere hacerte. Una vida nueva lejos de las tinieblas, de la mentira, del pecado y de la muerte.
Pero esta vida no se puede atrapar. Hay que vivirla. Es como el viento. Se vive en fe, en oración. Si pretendes manipularla, tenerla, dominarla… no podrás. Es un relación con Dios que te quiere llenar de su amor. Seguro que si escuchas podrás oír el viento del Espíritu en tu vida, en tu parroquia, en tu comunidad, en tu familia, en tu trabajo… soplando por caminos nuevos, queriendo hacer las cosas nuevas ¡Fíate! Y experimentarás el poder del Espíritu Santo en tu vida y la novedad de la Pascua de Jesús.
La Cruz es presentada aquí como el estandarte que Moisés hizo cuando las serpientes mordían al pueblo de Dios. El que miraba la serpiente del estandarte quedaba curado. La muerte vencida por la muerte de Jesús en la cruz. Y el que levante la mirada hacía Él encontrará salvación, encontrará vida eterna. Porque además el testimonio de Jesús quedará ratificado ahí.
Jesús dice de sí mismo que Él ha venido a revelar al Padre y que es el camino para llegar a Él. La Cruz, la muerte y resurrección, ratifican esa promesa de Jesús.
Acércate a Jesús, prepárate para dejarte llevar por el Espíritu. ¿Por dónde soplará?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.