Martes 31 de diciembre

Martes 31 de diciembre
San Silvestre I, papa
Día VII dentro de la octava de Navidad

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Comienzo del santo evangelio según san Juan 1, 1-18.
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo:
—«Este es de quien dije: «El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.»»
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Pistas: La Palabra es luz en la tiniebla, luz del mundo, revelación. El Hijo que nos cuenta cómo es Dios y nos hace hijos de Dios. Es encarnación, se hace uno de nosotros. Plenitud que nos hace plenos y libres porque por medio de Él recibimos gracia tras gracia. Viene a tu casa, viene al mundo, viene como luz y se puede recibirla o no. Tú decides.
Es un misterio tan grande… Hasta para los que vivieron con Jesús fue complicado descubrir lo que San Juan explica de un modo tan inspirado, tan diferente y lleno de imágenes, en el prólogo de su Evangelio. Sólo asomándose con fe al misterio se puede llegar a vislumbrar que la Palabra se encarne, que el Hijo se haga hombre.
Esta noche comenzamos un nuevo año. Fiesta familiar y con amigos. Seguro que muchos propósitos, cosas que queremos mejorar en nuestra vida, otras que queremos eliminar o cambiar. Este Evangelio nos da la clave: ¿Quieres luz? ¿Quieres verdad? ¿Quieres fuerzas? ¿Quieres a Dios en tu vida? Pon a Jesús en tu vida este año que comienzas. Asómate a su misterio y tendrás vida, luz y brillo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 31 de diciembre

Sábado 31 de diciembre
San Silvestre I, papa
Día VII dentro de la octava de Navidad

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Comienzo del santo evangelio según san Juan 1, 1-18.
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo:
—«Este es de quien dije: «El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.»»
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Pistas: La Palabra es luz en la tiniebla, luz del mundo, revelación. El Hijo que nos cuenta cómo es Dios y nos hace hijos de Dios. Es encarnación, se hace uno de nosotros. Plenitud que nos hace plenos y libres porque por medio de Él recibimos gracia tras gracia. Viene a tu casa, viene al mundo, viene como luz y se puede recibirla o no. Tú decides.
Es un misterio tan grande… Hasta para los que vivieron con Jesús fue complicado descubrir lo que San Juan explica de un modo tan inspirado, tan diferente y lleno de imágenes, en el prólogo de su Evangelio. Sólo asomándose con fe al misterio se puede llegar a vislumbrar que la Palabra se encarne, que el Hijo se haga hombre.
Esta noche comenzamos un nuevo año. Fiesta familiar y con amigos. Seguro que muchos propósitos, cosas que queremos mejorar en nuestra vida, otras que queremos eliminar o cambiar. Este Evangelio nos da la clave: ¿Quieres luz? ¿Quieres verdad? ¿Quieres fuerzas? ¿Quieres a Dios en tu vida? Pon a Jesús en tu vida este año que comienzas. Asómate a su misterio y tendrás vida, luz y brillo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Lunes 30 de diciembre

Lunes, 30 de diciembre
Día VI dentro de la octava de Navidad

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 2, 36-40
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Pistas: Después del anciano Simeón, se acerca Ana a ver a Jesús. Una mujer que había dedicado toda su vida al Señor, con ayunos y oraciones. Y en cuanto ve a Jesús lo reconoce, da gracias a Dios y habla de Él a los que necesitan esperanza.
¿En qué se diferencia ese niño de los demás? ¿Cómo es capaz de reconocerlo? Lucas no nos lo explica, pero sí nos cuenta que es una mujer de oración, que se ha entregado a servir a Dios. Y ésta es la clave: sólo en una vida de oración podemos reconocer en medio de lo cotidiano a Jesús. En medio de la rutina, las alegrías y las tristezas, en medio de las dificultades, encontraremos al que viene a liberar y a salvar.
Y del corazón de Ana brota gratitud y la necesidad de contárselo a los que lo necesitan. Pero es que tú también lo has encontrado. Lo estás encontrando cada día al rezar como estás haciendo ahora. Cuanto más tiempo y mejor estés con el Señor en la oración, más consciente vas a ser de su presencia en lo cotidiano. Vas a percibir que Él está a tu lado, con más intensidad y fruto, en los sacramentos (Eucaristía, Confesión…). Y, además, como Ana, sentirás la necesidad de decirle a otros que la respuesta a lo que buscan, el que trae su liberación y su salvación, es Jesús.
El Evangelio termina haciéndonos caer en la cuenta de la humanidad auténtica y verdadera del Hijo de Dios que se ha hecho niño. Fue “creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba”. Es un hombre de verdad, no es apariencia ni un disfraz. Es un niño que aprende, que crece, que necesita la gracia de Dios, la gracia del Espíritu Santo… Y así nos enseña también a nosotros en nuestra humanidad que el camino para encontrar a Dios no es inalcanzable. Sólo requiere que pongas de tu parte, que crezcas, aprendas, te formes, reces y, entonces, podrás reconocerlo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 28 de diciembre

Sábado, 28 de diciembre
Los Santos Inocentes, mártires

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Llévalo a tu vida)

Evangelio según san Mateo 2, 13-18
Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
-«Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.»
José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.»
Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías:
«Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven.»

Pistas: Ni siquiera para el Hijo de Dios las cosas son sencillas. El miedo a perder el poder en su territorio hace que Herodes cometa una crueldad terrible asesinando niños. Jesús se convierte en un exiliado. Él y su familia tienen que huir a Egipto.
La existencia de Jesús comienza así: sufriendo y huyendo. Cuántas veces pensamos… ¿Dónde está Dios en esta situación de mi vida? o decimos… Dios no sabe nada de mis sufrimientos, Él es feliz en su cielo, mientras mi vida es un infierno…
El Evangelio de hoy nos recuerda que cuando rezas lo haces a un Dios que ha pasado frío, hambre, miedo, ha sido traicionado, ha vivido un infierno, ha visto el mal cara a cara…
El mundo no ha cambiado mucho ¿no te parece? El día de Navidad leíamos que la Palabra era la luz del mundo, y vino al mundo, pero la tiniebla no la acogió. Es más, parece que las tinieblas se remueven y quieren expulsarlo. Pero Jesús viene a luchar contra el mal.
Ya desde el comienzo el mal intenta quitar a Jesús del medio y se lleva por delante inocentes. Tiene miedo a la venida del Mesías. Jesús es la luz, es la verdad, es la vida, es Amor y derrama Amor en los que creen en Él.
Jesús viene a cambiarte a ti y mí. Y a través de esta conversión a transformar el mundo. Por eso, no podemos ser como Herodes. Jesús ha venido a salvar ¿Lo quieres en tu vida?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

La Sagrada Familia

Evangelio según San Mateo 2,13-15.19-23.

Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Cuando murió Herodes, el Angel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto,
y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel.
Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea,
donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno.

Miércoles 25 de diciembre

Miércoles, 25 de diciembre
Solemnidad de la Natividad del Señor

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a la vida)

Hoy leemos el prólogo de San Juan. Se trata de una de las páginas de los Evangelios con más carga teológica. Juan va dando vueltas sobre las ideas que quiere contar. Jesús es la Palabra hecha carne. La Palabra es la segunda persona de la Trinidad, el Hijo de Dios, es Dios. Y se hizo hombre. Quiere que se entienda eso. Por ello habla de luz, de Juan que da testimonio. Jesús es el que revela a Dios porque es Dios y estaba con Dios desde siempre. Léelo despacio, luego lee las pistas y vuelve a leer el Evangelio dejando que Dios te hable.

Evangelio según san Juan 1, 1-18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Éste es de quien dije: «El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.»» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Pistas: El niño cuyo nacimiento celebramos hoy ¿es sólo un niño especial, pero en realidad un niño más? ¿es sólo el Mesías? La respuesta de Juan es: Jesús es la Palabra que existe desde siempre, está junto a Dios, es Dios y se hace carne, se hace hombre. Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre. Dios ya no está lejos, el hombre no está sólo en su camino por la vida. Dios no es un ser que se entretiene mirándonos desde el cielo, que se ríe de nuestras vidas y al que no le importamos.
Jesús es la Palabra, es decir, Dios que se comunica. Jesús es Dios, que se abaja para darnos su luz, para revelarnos a Dios y para elevarnos, para comunicarnos la vida de Dios, para abrirnos el acceso a la vida divina.
Jesús es la luz. La tiniebla quiere rechazarla, pero la luz brilla más y vence a la tiniebla. Ésta fue la constante en la vida de Jesús, Él queriendo revelar y comunicar a Dios. Y muchos rechazándole, hasta entregarlo a la muerte. Pero ésta tampoco pudo retenerlo. Y al final la luz de la resurrección también venció. Ésta es también la historia de la Iglesia. Tinieblas dentro y fuera, que quieren tapar la luz de Jesús y el Espíritu que Él envió. Pero no pueden, porque esa luz es más fuerte.
Juan, uno de los grandes protagonistas del adviento, da testimonio de quién es Jesús. Jesús es el esperado, la luz verdadera, el que tiene poder para hacer hijos de Dios a los que creen en Él, el que revela a Dios, el que da la gracia (el Espíritu Santo) y la verdad, es el que ha visto a Dios y lo da a conocer.
Asómate hoy al misterio de Jesús ¿quién es? Pregúntatelo y reza con la respuesta. Está vivo, es Palabra, verdad, luz, te hace hijo de Dios y te da su gracia. Ábrele tu corazón esta Navidad y adórale.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Martes 24 de diciembre

Martes, 24 de diciembre
Misa de Medianoche, Natividad del Señor

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 2, 1-14
En aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.
Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.
También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo:
—No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.

Pistas: Por fin ha llegado el día. Pero no se parece en nada al que yo hubiera planificado para el nacimiento del Hijo de Dios. En un viaje peligroso, en un pesebre… Y sin embargo, es el Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador, el Esperado.
Fue un nacimiento rodeado de acontecimientos sorprendentes. A ese niño van a verlo pastores y sabios de oriente. Será motivo de alegría, porque es el Mesías, es el Señor, pero es un niño como otro cualquiera, envuelto en pañales y recostado en un pesebre.
Es el Hijo de Dios, pero nace en humildad. Los ángeles anuncian lo que sucede. Y aquí viene lo que más me hace pensar a mí. Nada de esto hubiese sucedido sino hubieran creído. Si María y José no se hubiesen fiado de Dios, si los pastores no hubieran escuchado a los ángeles y corrido al pesebre se habrían quedado sin encontrarse con Jesús. Y ¿tú? ¿cómo te vas a asomar al misterio? ¿qué puedes hacer para ello?
La Navidad es Jesús, es Dios-con-nosotros, es luz, es salvación, es verdad, es amor, es cumplimiento de promesas, es familia, es humildad… ¿Cómo te vas a asomar al misterio?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Lunes 23 de diciembre

Lunes, 23 de diciembre
IV semana de adviento

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Profecía de Malaquías 3, 1-4. 23-24
Así dice el Señor: «Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar —dice el Señor de los ejércitos—. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido.
Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos. Mirad: os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible. Convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir yo a destruir la tierra.»

Pistas: En estas líneas del profeta Malaquías encontramos anunciado y reflejado a Juan Bautista, que prepara el camino al Señor que va a entrar: Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre.
Juan invitará a la conversión, a apartarse del pecado para poder reconocer y acoger al Mesías prometido. A que se restauren las relaciones entre los hombres (que se conviertan los corazones) y con Dios (la ofrenda que se le presenta).
Parece una visión terrible la del Mesías: ¿quién podrá resistir? ¿quién quedará en pie? Será como fuego, como lejía que limpia. Pero el que cumple esta profecía, el que viene a cumplir la alianza de Dios con su pueblo, a transformar la realidad, a permitirnos hacer una ofrenda que llegue a Dios de verdad… Ése es Jesús.
No utilizará la fuerza, la violencia o la imposición. No. No viene a destruir. El camino es Jesús mismo, por medio del cual Dios se revela (si quieres conocer a Dios, acércate a Jesús), por medio del cual tenemos entrada a la vida de Dios. Porque Dios ya no está lejos, se hace uno de nosotros para que podamos tener su Vida.
En unos días celebramos que entra el Señor de los ejércitos. Pero no para una lucha humana, sino para una lucha interior y espiritual, en ti y en mi, en nuestras sociedades. Una lucha para vencer al pecado, que no puede resistir ni quedar en pie ante la luz de Jesús. Es un fuego que purifica, que refina, que expone todo a la claridad. El fuego del Espíritu Santo, que hará nuevas las cosas.
Deja que ese fuego te purifique, escucha la llamada de conversión del Adviento y acércate a Jesús. Ya está cerca, “pronto entrará”, prepara el camino al Señor.

Relee la lectura, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Domingo 22 de diciembre

Domingo, 22 de diciembre
IV semana de adviento

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Mateo 1, 18-24
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta: Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel que significa “Dios-con-nosotros”.»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Pistas: Se termina el Adviento y nos acercamos a los protagonistas de la Navidad: Jesús, María y José. El Evangelio de hoy está lleno de detalles que nos quieren ayudar a descubrir quién es ese niño que nacerá.
Es el que cumple las promesas del Antiguo Testamento, el descendiente de David. Es el que viene a salvar al pueblo del os pecados. Por eso hasta su mismo nacimiento será extraordinario. Viene a hacer un pueblo libre del pecado, viene a hacernos hijos de Dios. Nos sólo nos trae un mensaje de Dios sino que es Dios-con-nosotros.
Y ¿María y José? Son admirables, por su valor, por su fe, por su fidelidad, por su valentía… y nos enseñan el camino para celebrar la Navidad, que no es otro que dejar entrar a Jesús en nuestra vida. De este modo lo cotidiano se transformará en extraordinario, aunque se tengan que cambiar nuestros planes.
San José es ejemplo de poner a los demás por delante de los propios intereses o planes, acepta cuidar y amar a María, cuidar y amar a Jesús, acepta el proyecto de salvación que Dios tiene, quizás sin comprenderlo de todo. Y María con su sí a Dios lo cambia todo. Jesús aparentemente será un niño más, hijo de una joven judía, pero se producirá el acontecimiento más sorprendente de la historia: el Hijo de Dios nacerá hecho hombre.
En este último domingo de Adviento, ya a las puertas de la Navidad, te invito a que te hagas un pregunta ¿cómo puedes celebrar, hacer presente, agradecer… el misterio de la Navidad: Jesús es Dios-con-nosotros, Dios viene a salvarnos? La Navidad es Jesús que viene a salvarme ¿cómo puedo celebrarla y ayudar a celebrarla a los que me rodean?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida

Sábado 21 de diciembre

Sábado, 21 de diciembre
III semana de adviento

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Profecía de Sofonías 3, 14-18a
Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás.
Aquel día dirán a Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.»

Pistas: Regocíjate, alégrate, gózate. Con todo el corazón, con todo el ser. Porque se ha cancelado tu condena. El Señor está en medio de ti. Ya no debes temer, no desfallezcas. Dios salva. Dios se alegra en ti. Te ama. ¡Qué grandes las promesas de Dios! Pero ¿para quién son?
Dice el Evangelio de Lucas: “María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» Son para la Virgen María, para Isabel, para Juan Bautista.
¡Qué grandes las promesas de Dios! ¿para quién son? ¿quién es Israel? ¿quién es Jerusalén? Son tu familia, la Iglesia, tu parroquia, tu comunidad. Y también eres tú. Son para ti. Tu tristeza se convertirá en alegría, en gozo, en júbilo. Tu culpa y tu condena quedan perdonadas. El Señor reinará y, con Él, el miedo y la flaqueza que te hacen desfallecer serán vencidos. Porque Dios lucha contigo y te salva. No sólo eso, sino que se goza y se complace en ti. Te ama. Y hace fiesta contigo.

Relee la lectura, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida