Jueves 28 de febrero

Jueves 28 de febrero
VII semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 9, 40-49
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa.
El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga.
Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al abismo.
Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al abismo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Todos serán salados a fuego.
Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sazonaréis? Repartíos la sal y vivid en paz unos con otros.

Pistas: El Evangelio de hoy es como una recopilación de dichos de Jesús. Jesús avisa sobre escandalizar a los pequeños. Invita a evitar aquello que te lleva a pecar. Y habla de la sal con un doble sentido, como purificación y como autenticidad.
Jesús opta por los pequeños, por los pobres y los débiles, y enseña a sus discípulos a vivir de esa manera. Cada vez que un cristiano, cada vez que la Iglesia se olvida de esto, causa un daño terrible porque hace lo contrario de lo que debería. Fíjate qué palabras tan duras dirige Jesús. Evita aquello que te lleve a pecar, porque más te vale privarte de algo, renunciar, elegir el camino difícil, que acabar en la frustración absoluta a la que conduce el pecado y que puede desembocar en una eternidad lejos de Dios, es decir, en el infierno. Jesús enseña que existe la posibilidad real de condenarse, de que la existencia acabe en la no salvación, lejos de Dios, donde lo único que espera es sufrimiento y vacío.
Piensa en que Jesús se pone siempre del lado de los pequeños y desvalidos. Acoge a los que sufren y a los que se equivocan. Podemos pensar ¿de qué lado nos ponemos nosotros?
¿Cómo estás viviendo tú? Jesús te invita a un camino de felicidad y plenitud. Y avisa que lejos de ahí sólo hay sufrimiento. Si sigues a Jesús puede que el camino no sea sencillo, pero garantiza que la meta merecerá la pena.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Miércoles 27 de febrero

Miércoles 27 de febrero
VII semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 9, 37-39
En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.
Jesús respondió: No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.

Pistas: Las personas siempre tenemos la tentación de hacer grupos: “Éste es de los nuestros y aquél no”, “a éste le damos una oportunidad, aquél es un caso perdido”. Sin embargo, Jesús quiere hacer ver a sus discípulos cuál ha de ser la manera de juzgar: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. Se trata de construir, no de encasillar y marcar con una equis a los que no parecen de los nuestros.
Ésta es una gran lección para todos los tiempos, pero quizás para el que vivimos ahora tenga unas implicaciones todavía mayores. Urge dentro de la Iglesia ser capaces de construir juntos, no hacer bandos que dividan a los nuestros de los demás.
La premisa es muy exigente: “Uno que hace milagros en mi nombre”. Se trata de ser un verdadero discípulo. Jesús no da manga ancha y todo vale. Al contrario. Echar demonios, hacer milagros, es traer el Reino de Dios, es hacer presente a Jesús.
Relee el Evangelio pensando en tu comunidad, en tu parroquia, en la Iglesia y en tu vivencia de la fe ¿Qué te dice hoy el Señor?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Martes 26 de febrero

Martes 26 de febrero
VII semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 9, 29-36
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.

Pistas: Jesús eligió unas personas para que fueran con Él, con una misión especial: dar testimonio de lo que han visto y oído, y transmitir su enseñanza. Él se asegura de que estén preparados, los instruye, los prepara para lo que está por venir. Quiere que comprendan quién es Él realmente. Pero ellos siguen con su pensamiento mundano, con los puestos, las glorias humanas… Y no serán capaces de comprender hasta que reciban el Espíritu Santo. No quieren oír hablar de lo que se le viene encima a Jesús, ni quieren entenderlo. Sólo sienten miedo y rechazo. Su zona de confort son los criterios del mundo.
Jesús le da la vuelta a esto: ¿Quieres ser grande? hazte pequeño ¿Quieres ser importante? hazte el último y el servidor de todos.
El modelo no son los poderosos de este mundo, ni los que tienen autoridad ganada a base de poder, dinero, influencia, violencia… Parece que deberían serlo porque muchas veces se salen con la suya y parece que llevan las riendas del mundo y de la historia. Pero Jesús coge a un niño, lo pone en medio y les dice que el camino es amar al que no puede darte nada a cambio. Amar y acoger al que te necesita. El camino es amar sin límites. Y, haciendo esto, le acoges y le amas a Él, y acoges y amas a Dios.
Así que tu grandeza depende de cómo tratas al prójimo. Da igual que destaques por tu puesto y tu influencia en la Iglesia, en la sociedad, en tu familia o en tu grupo de amistades… Lo que de verdad te hará grande es si eres capaz de amar, de servir, de acoger, de entregarte, sin esperar nada a cambio, sin hacerlo por una recompensa.
Revisa esto hoy en tu vida ¿A qué te está llamando Jesús? ¿hay cosas que cambiar? ¿cuál es tu medida de las cosas: el mundo o Dios? Pídele su Espíritu y descubre el camino que Él te llama a seguir.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

VIII Domingo del tiempo ordinario

Evangelio según San Lucas 6,39-45.

Jesús hizo a sus discípulos esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?
El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?
¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo’, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.»
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos:
cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Lunes 25 de febrero

Lunes 25 de febrero
VII semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 9, 13-28
En aquel tiempo, cuando Jesús hubo bajado del monte, al llegar adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos letrados discutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo.
Él les preguntó: ¿De qué discutís? Uno le contestó: Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces.
Él les contestó: ¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo. Se lo llevaron.
El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? Contestó él: Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y el agua para acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.
Jesús replicó: ¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe. Entonces el padre del muchacho gritó: Tengo fe, pero dudo, ayúdame.
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él. Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió.
El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: ¿Por qué no pudimos echarlo nosotros? Él les respondió: Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno.

Pistas: La presencia de Jesús lo transforma todo. Sus discípulos no fueron capaces de ayudar a aquel hombre que buscaba a Jesús. Y Él les recrimina su poca fe, porque si hubieran tenido fe, el resultado hubiese sido distinto.
Y, entonces, surge una pregunta: ¿qué hacer para tener más fe? Porque “todo es posible al que tiene fe”. Primero, encontrar a Jesús. Acércate a Él, búscalo. En la contemplación, como cuando leíamos su transfiguración. O ahora bajando al mundo, a la vida y sus problemas. Busca a Jesús, corre hacia Él y cuéntale tus cosas.
Buscan a Jesús porque lo necesitan. Ésta es otra clave ¿necesitas a Jesús en tu vida? Si no lo necesitas, no lo buscarás, pero ¿quieres tenerlo en tu vida?
También hay un momento en que pide fe: Señor, creo, pero dudo, ayúdame. ¿Dudas? ¿a veces tu fe es tibia y mediocre? Ora y pide. Grita al Señor. Porque la fe es un don.
Y, Jesús, da una clave a sus discípulos: ¿quieres ver los frutos de la fe? ¿quieres ver las maravillas de Dios en tu vida? Ora y ayuna. Porque además de un don es una tarea y exige un estilo de vida. Dicho de otro modo, acércate a Dios y entra en su presencia –ora- y dile que es lo más importante en tu vida, tanto que estás dispuesto a sentir hambre de Él –ayuna-. En otras ocasiones hemos explicado qué es el ayuno y para qué sirve. Recuerda que se trata de decirle a Dios y a ti mismo el lugar que quieres que ocupe en tu vida. No es un chantaje, ni hacer méritos, ni magia… es un acto de entrega y humildad, un modo de poner a Dios en el centro y ofrecerle tu vida entera, también tus deseos y necesidades.
Y la oración. La clave de la vida de fe. Sin ella la dimensión de la relación y la confianza en Dios es imposible. Ora poniéndote en presencia de Dios, alabándole por lo que es y por lo que hace, adorándole al entrar en su misterio, intercediendo cuando veas necesidades a tu alrededor o en ti y las lleves ante Él… “Todo es posible para el que tiene fe”

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Domingo 24 de febrero

Domingo 24 de febrero
VII domingo del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según san Lucas 6, 27-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.
Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.
¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.
Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

Pistas: ¿Será posible vivir esto? ¡Qué triste cuando miramos a nuestra vida y nos damos cuenta de que a veces ni siquiera somos capaces de amar a los que nos aman! Por el contrario ¡qué alegría, qué paz, qué fortaleza se experimenta cuando se ama y se es amado, se perdona o se es perdonado, cuando se recibe sin merecer!
¿Cuál será el secreto para poder vivir esto? Dios nos ha amado primero. Dios ha hecho todo eso primero con nosotros: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo…”. Dice el Papa Benedicto en la encíclica Deus caritas est: «En la historia de amor que nos narra la Biblia, Dios sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia naciente».
Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero. Por eso nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor. Y de este «antes» de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta.
Si no eres capaz de descubrir este amor ¿en qué te diferencias de los que no creen?
El amor no es solamente un sentimiento. Los sentimientos van y vienen. Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor.
Es posible el amor al prójimo en el sentido del Evangelio de hoy. Dice Benedicto: “Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así pues, no se trata ya de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza tiene después que comunicarse a otros. El amor crece a través del amor».
Por eso es posible vivir este Evangelio. Y por eso la medida del amor en que vivamos crecerá de un modo extraordinario, como una medida “remecida, rebosante….”.
Piensa hoy qué tipo de amor vives. Si el que depende de los sentimientos solamente o el que te propone Dios. ¿Te apuntas a vivir en el amor?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Sábado 23 de febrero

Sábado 23 de febrero
San Policarpo, obispo y mártir

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 9, 1-12
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: Maestro ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que lo cubrió y salió una voz de la nube: Este es mi Hijo amado; escuchadlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.
Le preguntaron: ¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías? Les contestó él: Elías vendrá primero y lo restablecerá todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del Hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Os digo que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito.

Pistas: ¿Quién es Jesús? Nos hemos hecho esta pregunta los últimos dos días.
Pedro decía: eres el Mesías, el Hijo de Dios. Hoy Jesús les muestra la gloria de su divinidad en un relato está lleno de simbolismo. Se los lleva a una montaña alta –lugar de las teofanías (manifestaciones) de Dios en el Antiguo Testamento-. La luz, la blancura, por encima de lo que se puede lograr en este mundo, son signo de quién es Jesús. Elías y Moisés, profecía y Ley, los más representativos del Antiguo Testamento. Jesús será la Nueva Alianza, la Ley definitiva, el que revela plenamente a Dios. Y la voz del cielo, que confirma quién es Jesús: hay que escucharle, es el Hijo amado.
En aquel momento en Jesús encontraron la gloria de Dios, la plenitud. Y entonces: “qué bien se está aquí”. Conociendo a Jesús, tal vez una manera de decirnos también: “qué bien se está en la contemplación, en descubrir intelectualmente, en comprender, en profundizar”. Pero no es suficiente. Por eso no vale hacer tres chozas. No vale quedarse en ese lugar cómodo y seguro de las reflexiones y la contemplación. Jesús manda bajar… Les irá avisando de que va a morir y resucitar y entonces comprenderán en toda su dimensión este acontecimiento. Descubrirán que su amigo, su Maestro, su Mesías, es además el Hijo de Dios porque es Dios. Y tendrán que bajar a la vida y vivir lo que han aprendido. Pero eso será con la fuerza del Espíritu Santo y el encuentro con Jesús resucitado.
Jesús le da la vuelta a la pregunta final sobre Elías: ¿El Mesías vendría a restaurar un reino político? No es el camino de Jesús. Padecerá y será despreciado. Y hace referencia a Juan Bautista, para Él el más grande nacido de mujer, el que le prepara el camino. Vino con el poder y espíritu de Elías. Pero fue despreciado.
Nuevamente la pregunta es ¿quién es Jesús? Y el camino para descubrirlo es estar con Él.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Viernes 22 de febrero

Viernes 22 de febrero
Cátedra de San Pedro, apóstol

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según san Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.» El les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

Pistas: Coincide hoy, al celebrar la fiesta de la Cátedra de San Pedro, que leemos el mismo pasaje que ayer, pero esta vez en el Evangelio de Mateo. ¿Quién dicen que es Jesús? Y vosotros ¿quién decís que soy yo?
Vamos a fijarnos en algunos detalles. Reconocer a Jesús necesita la ayuda de la gracia, necesita que Dios te lo revele, es un don, un regalo. Por eso la fe hay que pedirla, por eso es necesaria la oración para descubrir a Jesús.
Después de la confesión de fe. La identidad y la misión. Reconocer quién es Jesús trae consigo descubrir quién eres tú. Y el camino que Dios abre en tu vida. Para el que además te da el poder, la capacidad, la fuerza, las herramientas para recorrerlo.
También puedes aprovechar el Evangelio de hoy para pensar en la Iglesia. La promesa de Jesús sigue en pie: “El poder del infierno no la derrotará”. Al mismo tiempo que vemos tantas dificultades y pobrezas dentro de la Iglesia, la Palabra de Dios nos da la certeza de que el demonio no ganará la batalla. El mal no vencerá.
Jesús te pregunta una vez más ¿quién dices que soy yo? Al mismo tiempo que te ayudará a descubrir quién eres tú.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Jueves 21 de febrero

Jueves 21 de febrero
San Pedro Damiani, obispo y doctor de la Iglesia

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 8, 27-33
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.
Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Pedro le contestó: Tú eres el Mesías. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y empezó a instruirlos: El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días. Se lo explicaba con toda claridad.
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.
Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!

Pistas: Puedes hacerte las mismas preguntas: ¿Quién dice la gente que es Jesús? ¿y tú? ¿quién es para ti? ¿qué lugar ocupa en tu vida?
La respuesta de Pedro: “Tú, eres el Mesías” implica reconocer que Jesús es a quien ellos esperaban. Aquel que cumpliría las promesas de Dios, traería el Reino de Dios, liberaría al pueblo. Pero su idea del Mesías y la esperanza que tienen puesta en Él es todavía demasiado mundana. Jesús quiere enseñarles a entender la realidad con la mirada de Dios. Quiere que entren en su Reino y no se dejen seducir por otro tipo de visiones triunfalistas y apegadas al poder.
Así que Jesús les instruye, les enseña quién es, les avisa de lo que va a suceder. Pero Pedro se rebela. No entiende lo que Jesús dice y cree que se equivoca de camino (recuerda el Evangelio de la levadura de los fariseos y los partidarios de Herodes: el poder, las posiciones, la apariencia…) Y Jesús le dice a Pedro una de las frases más duras del Evangelio: “¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”.
Es interesante que mires a tu vida y te preguntes ¿pienso como Jesús y me dejo guiar e instruir por Él? ¿o pienso como el mundo y me dejo seducir por Satanás? ¿quiero elegir el camino de ser discípulo o me engaño con otro tipo de intereses?
El camino de Jesús es la entrega por amor y ésta le llevará a un camino muy duro, pero cuyo final es la resurrección. El camino de sus discípulos, Él se lo explicará, es seguir la misma senda de entrega y amor a Dios y a los demás. Así que ¿quién es Jesús para ti? ¿le estás siguiendo?
Pedro al final fue capaz. Pasó por dificultades, abandonó a Jesús, le negó, pero le amó hasta entregar la vida por Él y se sintió amado y perdonado. Fue capaz de guiar a la Iglesia, se llenó del Espíritu Santo… ¿Quién es Jesús? ¿te atreves a seguirle? ¿eres capaz de mirar a Jesús no con los ojos del mundo sino con los de la fe?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Miércoles 20 de febrero

Miércoles 20 de febrero
VI semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 8, 22-26
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego pidiéndole que lo tocase.
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó:
¿Ves algo? Empezó a distinguir y dijo: Veo hombres, me parecen árboles, pero andan.
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado, y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a casa diciéndole: No se lo digas a nadie en el pueblo.

Pistas: Muchas veces Jesús hace las cosas en un instante. Pero hoy sucede algo diferente. Es un proceso. Primero lo saca fuera de la aldea. Lejos del ruido, de la gente, de las distracciones.
Jesús le cura tocándole. Como tantas otras veces, devuelve la dignidad a la persona. No es un ciego que ha sido castigado por Dios por su pecado o el de sus padres, o una persona impura –como pensaban los judíos-. El que le sana le lleva de la mano al principio, luego le toca, le impone las manos.
Y el que no veía comienza a ver. Pero todavía no ve del todo. ¿Se parecerá esto al proceso de la fe? ¿al camino de ser discípulo? ¿una conversión?
Si se hubiera ido viendo a medias… Pero permanece con Jesús y finalmente puede ver.
Piensa en tu propia vida, en tus cegueras. ¿Te dejas coger de la mano y llevar donde puedes ver? ¿perseveras hasta que ves con claridad? Quizás no sea fácil al principio, quizás haya recaídas, pero puedes estar seguro de que sólo estando cerca de Jesús encontrarás el sentido. Porque Él es es el único camino.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.