Sábado 30 de junio
Santos Protomártires de la Santa Iglesia Romana
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Mateo 8, 5-17
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó diciéndole: Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho. Él le contestó: Voy yo a curarlo. Pero el centurión le replicó: Señor, ¿quién soy yo para que entres bajo mi techo? Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes: y le digo a uno «ve», y va; al otro, «ven», y viene; a mi criado, «haz esto», y lo hace. Cuando Jesús lo oyó quedó admirado y dijo a los que le seguían: Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos; en cambio a los ciudadanos del Reino los echarán afuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Y al centurión le dijo: Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído. Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles.
Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él con su palabra expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos.
Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades».
Pistas: “Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades”. El Reino de Dios es lo opuesto al mal, al sufrimiento, al pecado, a la debilidad… Y Jesús logra traer el Reino yendo delante, luchando y venciendo al pecado, al mal, al sufrimiento, al sin sentido y a la muerte. Venciendo con su obediencia y con la fuerza y el poder del Espíritu Santo que actúa en Él y por Él.
¿Cuál es la llave que permite entrar al Reino? Es la fe (como la del centurión). Es la cercanía con el mismo Jesús (la cogió de la mano). Es la Palabra (que tiene poder: con su palabra expulsó espíritus y curó enfermos).
Fíjate en la fe del centurión. Puede ayudarte comparar tu actitud con la suya. Un extranjero, un pagano, pero se encuentra con Jesús y cree en Él. No necesita un espectáculo, ni que Jesús haga las cosas a la manera del Centurión… porque cree en su poder. Uno de fuera (de los que no saben nada de Dios), pero se encuentra con Jesús y cree en Él.
A veces, los que creemos convertimos la fe en una costumbre que no abre la puerta a dejar actuar al poder de Dios. Porque precisamente la fe es dejarte sorprender, no tenerlo todo atado, sino dejar a Dios que actúe en tu vida.
Puedes preguntarte ¿qué te enseña el centurión? y ¿qué sucederá si te fías de Jesús?
Y, recuerda: la cercanía y la Palabra de Jesús tienen poder. Si le dejas entrar en tu vida, verás sus maravillas.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.