Domingo 30 de abril
III domingo de Pascua
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: «¿Qué?»
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les hablan dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Pistas: ¿Puedes imaginar la conversación de los dos discípulos? Los recuerdos de lo vivido con Jesús. La decepción, el fracaso, la injusticia, la tristeza… Van caminando con su frustración. Y Jesús les pregunta y les escucha. Ellos le explican lo que sucedió y cómo lo entienden. Aunque ya les han anunciado algunos signos de la resurrección, ellos todavía no creen. Necesitan encontrarse con Jesús.
Esto nos ayuda a darnos cuenta de algo muy importante. Aunque te ofrezcan pruebas de que Jesús resucitó o te lo digan personas acreditadas o te consideres buen cristiano, si no sales al encuentro con el resucitado, si Jesús no te abre los ojos y el entendimiento, todo se reducirá a palabras, habladurías, rumores…
¿Por qué todo cambia cuando está Jesús? Les explica las Escrituras y parte con ellos el Pan y así lo reconocen. Y ¿qué hacen los discípulos? Viven una Eucaristía en la que Jesús les explica la Palabra y parte para ellos el Pan. ¿Te suena esto? Es lo que hacemos en cada misa. Y así entran en una relación personal con Él
¿Quieres que tu fe sea viva? Pues habla con Jesús. Cuéntale tus cosas. Deja que su Palabra resuene en tu corazón. Y reza. Celebra conscientemente la Eucaristía.
Y cuando por fin creen van a la comunidad, a la Iglesia, a los otros a contar lo que les ha pasado. Mutuamente confirman su fe. Descubren que es verdad. Es Jesús resucitado. Está vivo. No pueden guardarse para ellos solos la noticia. Y primero en la propia comunidad y más tarde con la fuerza del Espíritu Santo a todo el mundo se convierten en testigos de Jesús resucitado. Se lanzan a anunciar que en Jesús hay salvación. Que ha vencido al pecado y a la muerte. Y por la resurrección ha sido constituido Señor.
¿Cuántas veces es Jesús quien camina a tu lado y no lo reconoces? Míralo desde la fe. Está ahí, contigo, a tu lado.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.