Miércoles 26 de abril

Miércoles 26 de abril
II semana de Pascua
San Isidoro, obispo y doctor

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según san Mateo 5, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Pistas: Una tentación de la sociedad en la que vivimos es, por un lado, convertirse en una sociedad “light” en la que todo vale. Sin compromisos firmes. Sin verdad. Sin más criterio que lo que a mí me interesa o me apetece. Sin grandes ideales más allá del fin de semana, algún viaje, fiesta, hobbies… Por otro lado, el triunfo de las apariencias. Aparentar lo que está de moda, aunque no me guste. Tener una buena imagen, muchos seguidores en las redes sociales, un buen postureo… En realidad, parece que el centro de la vida es uno mismo, sus intereses y deseos, y lo que aparenta ante los demás. Pero todo esto ¿nos hace mejores? ¿más felices? ¿más auténticos? ¿más libres? ¿más solidarios? ¿hace un mundo mejor?
El Evangelio de hoy dice: sois sal y luz. No dice: tenéis que aparentar serlo. No es necesaria una buena puesta en escena o presentar un cristianismo edulcorado adaptado a las modas del momento para que pueda acogerse sin conflictos. No se pueden aceptar las mentiras que muchas veces se presentan como lo normal: el consumismo –que aparentemente nos va a hacer felices- pero que lleva a una fe interesada y a una vida egoísta. O la búsqueda del placer a toda costa que nos lleva a relativizar el bien y la verdad en función de mis propios intereses.
Sois la sal y sois la luz. La sal está. No se ve, pero se nota. La luz tampoco se puede ver en sí misma, pero sin ella… El Evangelio nos dice que no perdamos nuestra identidad, porque si no ¿para qué serviremos?
Ser sal y ser luz para que el mundo crea. Dicho de otro modo: vivir como discípulos de Jesús, con fidelidad, con autenticidad. Sin mediocridad ni haciendo equilibrios para acomodarse a los criterios que no se pueden asumir desde la fe cristiana. Vivir como discípulos, no dando lecciones como si fuéramos perfectos y los demás malvados y pecadores –porque tú y yo también lo somos- sino viviendo la libertad de ser hijos de Dios, salvados del pecado, amados por Dios e invitados a una vida nueva.
Y entonces, cuando seamos sal y luz, cuando seamos discípulos, cuando descubramos la gratuidad y el compromiso de la fe en Jesús, cuando como leíamos ayer nazcamos de nuevo viviendo nuestro bautismo y llenos del Espíritu Santo, se verán nuestras buenas obras y otros creerán.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.