Domingo 31 de diciembre
Sagrada Familia Jesús, José y María, fiesta
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Lucas 2, 22-40.
Cuando llegó el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor (de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor») y para entregar la oblación (como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones»).
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue al templo.
Cuando entraban con el Niño Jesús sus padres (para cumplir con él lo previsto por la ley), Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel.
José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo diciendo a María, su madre: Mira: Este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti una espada te traspasará el alma.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana: de jovencita había vivido siete años casada, y llevaba ochenta y cuatro de viuda; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Pistas: Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Y volvemos a leer, pero ahora seguido, los Evangelios que habíamos leído los dos días anteriores. Hoy puedes orar poniéndote en el lugar de cada uno de los personajes.
José y María van descubriendo poco a poco quién es Jesús. Cuidarán de Él y, como nos cuenta el Evangelio, finalmente le verán crecer en sabiduría y lleno de la gracia de Dios. Puedes pensar en cómo ellos tuvieron que aprender a poner a Jesús en su vida. Ese mismo camino nos invita el Evangelio a recorrer a cada uno de nosotros y nuestras familias.
También puedes ponerte en el lugar de Simeón y Ana. La esperanza que se ve cumplida para ellos. Cómo en Jesús encuentran la respuesta a aquello que estaban buscando.
Y, por último, puedes contemplar a Jesús y adorar al Hijo de Dios que se ha hecho hombre. Es el Salvador, la luz, la gloria. Pondrá al descubierto las intenciones de los hombres, es el que cumple las promesas de Dios.
La Sagrada familia no tuvo una vida fácil. Tuvieron que huir, fueron perseguidos, sólo disponían de lo esencial para vivir y sufrieron el rechazo de muchos en su entorno. Pero no desesperaron porque se fiaron de Dios.
Relee el Evangelio escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.