Viernes 29 de diciembre
Día V dentro de la Natividad del Señor
Santo Tomás Becket, obispo y mártir
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según san Lucas 2, 22-35
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Pistas: El Evangelio de Lucas insiste en que en Jesús se cumplen las promesas del Antiguo Testamento. María y José cumplieron la ley judía, porque como dice San Pablo, “cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo Ley para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiesen el ser hijos de Dios” (Gal 4,4-5). Jesús verdadero hombre, en una historia y situación concretas.
Simeón es reflejo de la esperanza que no defrauda. El Espíritu Santo se lo había revelado y el “anciano” seguía esperando el cumplimiento de la promesa. Y cuando ve a Jesús descubre que es el Salvador, es “luz para alumbrar a las naciones”.
Todo el tiempo de Navidad nos hace recordar, junto con la esperanza cumplida en Jesús, quién es Él. Y nos invita a asomarnos al misterio de Dios. También nos advierte que no va a ser un camino fácil. Jesús será una bandera discutida, una espada traspasará el alma a la Virgen, y los suyos, como decía San Juan el día de Navidad, no le acogen.
Hoy pueden servirte para rezar algunas de las ideas anteriores: Jesús es verdadero hombre, Dios se hace hombre con todas las consecuencias. La esperanza del anciano Simeón le lleva a ser capaz de reconocer a Jesús. La presencia del Espíritu Santo posibilita conocer a Jesús. El camino del Salvador no es fácil pero trae la luz y la salvación para todos.
Como le ocurrió a Simeón, nuestra esperanza se sigue cumpliendo hoy también en Jesús.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.