Miércoles, 18 de noviembre
Semana XXXIII del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)
Evangelio según San Lucas 19, 11-28
En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro: Dijo, pues: Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: Negociad mientras vuelvo. Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras de él una embajada para informar: «No queremos que él sea nuestro rey».
Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo: Señor, tu onza ha producido diez. Él le contestó: Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades. El segundo llegó y dijo: Tu onza, señor, ha producido cinco. A ése le dijo también: Pues toma tú el mando de cinco ciudades.
El otro llegó y dijo: Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras. El le contestó: Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Con que sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.
Entonces dijo a los presentes: quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez. Le replicaron: Señor, si ya tiene diez onzas. Os digo: Al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia. Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.
Pistas: El domingo leíamos una parábola parecida en el Evangelio de San Mateo. Hoy San Lucas nos pone claramente en la perspectiva del final de los tiempos. El Reino de Dios en plenitud. Como decimos en el credo, cuando venga a juzgar a vivos y muertos. Y aparece dentro de otra que habla sobre lo que les sucederá a los enemigos del Reino.
Mientras llega es el tiempo de negociar. Moverse, hacer que dé fruto. La onza son los dones de que el Señor nos da, los naturales y los sobrenaturales. ¿Qué hacemos con ellos? No se da el caso de que uno de los que negocia pierda, fracase. Porque los dones de Dios van a dar fruto sí o sí: cuando los pones en marcha, cuando colaboras con ellos con todo tu ser.
Pero si lo escondes, te acomodas, te acobardas, te dejas vencer por el pecado, entonces no pones a trabajar los dones que Dios te ha dado para que los uses en esta vida. Dios no pide imposibles. Pon a producir en el banco los tesoros que Dios ha puesto en tu ser. Acude a la Iglesia, en ella podrás –si no te acomodas- aprender el camino para que tu vida dé fruto. Pero, recuerda, nada de esto va a poder darse sin que tú pongas de tu parte. Dios nunca nos obliga a nada: ni a tener fe, ni a amar, ni a ser fieles… Sólo nos invita y nos da la fuerza para hacerlo. Y como actos verdaderamente humanos necesitan que pongas todo tu ser en ello.
Al que tiene se le dará. Como explicábamos el domingo, no es que Dios sea cruel, es que nosotros renunciamos a su gracia y sus dones y preferimos otro camino. Que finalmente es el del pecado.
Jesús vencerá plenamente. Con Él comienza el Reino, que ya está, Jesús ya es Rey. Y nosotros, para alcanzar la plenitud, tenemos que seguir luchando, abriendo el corazón a Dios, acogiendo sus dones y trabajando para que den fruto. Jesús te ha invitado a no acomodarte, a entregarte, a ser fiel, a vivir en el amor… sabiendo que Él no falla y no te va a abandonar nunca aunque pases por dificultades.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.