Lunes 30 de noviembre

Hoy, fiesta de San Andrés, rompemos lo dicho de la primera lectura y volvemos al Evangelio.

Lunes 30 de noviembre
San Andrés, apóstol

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Llévalo a tu vida)

Evangelio según san Mateo 4, 18-22
En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Pistas: En medio de lo cotidiano aparece Jesús y llama. Primero a estar con Él: “Venid y seguidme”. Y les anuncia la misión que van a tener: “Os haré pescadores de hombres”.
Jesús llama para que le conozcan y le sigan. Al mismo tiempo les encarga una misión para la que les hará capaces. Les dará lo que necesitan para hacer lo que les pide. Por eso ser discípulo es seguir a Jesús, pero implica también descubrir la vocación y, por decirlo así, los proyectos de Dios para tu vida.
“Inmediatamente dejaron…” –tuvieron que cambiar de vida- y “lo siguieron”. Seguir a Jesús transforma a la persona. Supone primero aceptación y después viraje en tu rumbo. Significa que tu vida ya no es la misma. No puede serlo.
Puedes rezar hoy aprendiendo de la llamada de estos apóstoles y preguntarte: Jesús ¿me llamas? ¿qué quieres de mí? Y también: ¿qué tengo que dejar? No merece la pena agarrarse a aquello que te aleja del camino de Jesús, el único que puede dar sentido a tu vida y hacerte encontrar la verdadera felicidad.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Viernes 26 de noviembre

Viernes, 27 de noviembre
Semana XXXIV del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 21, 29-33
En aquel tiempo, puso Jesús una comparación a sus discípulos: Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que la primavera está cerca.
Pues cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación, todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.

Pistas: Llegamos al final del año litúrgico y estos días estamos leyendo pasajes con tintes apocalípticos. Y descubrimos que para los cristianos no es un momento de derrota sino de victoria, no es de desesperanza sino de confianza. Tiempo para levantarse, para no tener miedo, para mirar a Jesús y agarrarse a Él.
También son una llamada a no tener los ojos cerrados a la realidad. Mira los signos que te rodean, qué mundo ves, cómo estás, cómo está tu sociedad, cómo están tu parroquia o tu comunidad. Mira la realidad, no vivas del pasado o en el pasado. Pero no temas. Nada hará que el reino de Dios no se establezca.
Nosotros somos la generación. Desde que Jesús resucitó, ésta es la generación, la de los hijos de Dios, la de los que entran en su Reino y esperan su consumación, su plenitud.
Las promesas de Dios se cumplen. No al modo que nosotros planeamos o esperamos. Siempre me ha hecho pensar mucho cómo los judíos no fueron capaces de reconocer a Jesús como el Mesías. Sólo un pequeño grupo lo vio y tuvo que escindirse. Pero de ahí nació el cristianismo. Creían las promesas de Dios en el Antiguo Testamento, pero cuando se cumplieron en Jesús no fueron capaces de verlo. Las promesas de Jesús, se cumplen y se cumplirán. Esta historia alcanzará plenitud en Cristo. Alza tu mirada, levántate, porque sus palabras no pasarán.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo tu vida.

Miércoles 25 de noviembre

Miércoles, 25 de noviembre
Semana XXXIV del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 21, 12-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Pistas: Jesús anuncia persecuciones y dificultades, traiciones, odio e incluso la muerte. Dice que Él dará palabras y sabiduría que no supongan una escenificación, porque lo que Él les dará será auténtico y podrán dar testimonio. Y les da la clave de la perseverancia en la dificultad.
Imagina cómo han resonado estas palabras en las comunidades cristianas perseguidas. Imagina cómo tocarán el corazón de aquellos que todavía hoy son perseguidos y martirizados a causa de su fe. Y ahora deja que resuenen en tu interior y pregúntate cómo es tu fe. Tú, que no tienes las dificultades de las que habla Evangelio de hoy ¿das testimonio? ¿vives una fe contagiosa? ¿perseveras en medio de las dificultades que pueda haber? Puede ser duro, porque incluso los tuyos, los que quieres, te pueden dar la espalda y fallar, te pueden no entender o perseguir. Pero, si perseveras, te salvarás.
Puedes aprovechar el Evangelio de hoy para rezar por los cristianos perseguidos, puedes dar gracias por el testimonio de tantos que se atrevieron a ser fieles a Jesús y por ellos ha llegado hasta hoy la Buena Noticia. Puedes mirar tu fe y pedirle a Dios que te la aumente.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

I Domingo de Adviento

Evangelio según San Marcos 13,33-37. 
En aquél tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento.
Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana.
No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!».

Domingo 22 de noviembre

Domingo, 22 de noviembre
Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
—Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
—Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Entonces los justos le contestarán:
—Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey les dirá:
—Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Y entonces dirá a los de su izquierda:
—Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán:
—Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos? Y él replicará:
—Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo. Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.

Pistas: ¿Quieres ser de los de Jesús? ¿quieres entrar en su reino y aceptarle como tu Rey? ¡Cuánto tiempo perdemos con cosas que no nos hacen ser de los suyos!
El juicio dependerá del amor. ¿Has amado? ¿has ayudado? No dice que los que necesitaban comer fueran buenos, ni lo merecieran, ni los forasteros… sólo que eran necesitados y miraron para ellos.
Hay que aterrizar este Evangelio. Mira a tu alrededor ¿quién te necesita? ¿quién necesita amor, compañía, comida, ropa, hogar? ¿qué puedes hacer?
A ver si al acabar esta vida vamos a ser como el rico epulón, que banqueteaba alegremente mientras el pobre Lázaro a la puerta de su casa se moría de hambre.
Dice Jesús: lo que hiciste con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hiciste. Si eres afortunado en la vida, lo eres para ayudar al más humilde. Si eres más listo, más fuerte, más capaz, más rico, más afortunado… ¿de qué te sirve si no amas?
Y como Iglesia, ¿dónde estamos poniendo nuestras fuerzas? ¿llevamos a lo concreto el mensaje de Jesús?
Tenemos mucho que revisar en nuestra vida, como Iglesia y como sociedad. Deja que la palabra de Dios traiga luz a tu vida, te muestre la verdad de cómo caminas y te cambie para que al final pueda decirte: pasa, bendito de mi Padre, hereda el reino que tienes reservado.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 21 de noviembre

Sábado, 21 de noviembre
Presentación de la Bienaventurada Virgen María

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 20, 27-40
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último, murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
Jesús les contestó: En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos.
Intervinieron unos letrados: Bien dicho, Maestro. Y no se atrevían a hacerle más preguntas.

Pistas: Es Dios de vivos.
Si miras en lo profundo de tu corazón ¿qué encuentras? Inconformismo, ganas de más, insatisfacción. Quieres más felicidad, más sentido a tu vida. Aunque estés bien, siempre falta algo. Y si te quedas parado y te conformas, poco a poco la tristeza va apareciendo en tu vida. Buscamos más, queremos más… Y queremos vivir para siempre. Casi no entendemos que se pueda dejar de existir.
Pero, por otra parte, no somos capaces de imaginar cómo será la vida eterna, qué habrá después. Jesús nos da pistas sobre el cómo y el qué. Él irá delante, resucitaremos como Él, estaremos por la eternidad junto a Dios, seremos los mismos pero no lo mismo, no existiremos del mismo modo. Será un lugar de comunión con Dios y entre nosotros, la creación entera será librada del mal, del sufrimiento, del pecado. Nos garantiza que va a prepararnos sitio y estaremos con Él. Y no son palabras, sino que su muerte y resurrección son el acontecimiento que cambia todo y hace nuevas las cosas.
Celebremos que nuestra fe tiene sentido, porque Dios es Dios de vivos. Dios es vida en todo el alcance de esa Palabra. La vida que da el Espíritu Santo, la vida que encuentras en Jesús que es el camino a Dios, la vida libre de la esclavitud del pecado, la vida llena de amor, bienaventurada en cualquier situación, vida que vence a la cruz y desemboca en la eternidad. ¿Quieres vida?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Viernes 20 de noviembre

Viernes, 20 de noviembre
Semana XXXIII del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 19, 45-48
En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Escrito está: «Mi casa es casa de oración»; pero vosotros la habéis convertido en una «cueva de bandidos». Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

Pistas: El templo es el lugar de la presencia de Dios. El enfrentamiento de Jesús con las autoridades religiosas y con muchas prácticas viciadas de su religión va en aumento. San Lucas sitúa cerca del desenlace de la vida de Jesús este acontecimiento que iba directamente contra los negocios e intereses de muchos de sus enemigos. La autoridad de Jesús parece grande, porque aunque quieren acabar con Él todavía no se atreven, ni encuentran el modo de hacerlo, porque el pueblo está pendiente de su enseñanza. Aunque esto no va a durar porque en pocos días gritarán: ¡¡Crucifícalo!!
Piensa en el templo como Iglesia. No el edificio físico, sino la Iglesia comunidad, Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo. Piensa en la Iglesia que estás construyendo tú. En tu responsabilidad. De poco sirve que señales las de otros. Mira la tuya. ¿Serías de los que Jesús echa del templo? ¿o estás construyendo y transmitiendo una Iglesia viva, en la que las personas puedan encontrarse con Dios y con su amor, en un lugar de oración? Precisamente la Iglesia es encuentro, experiencia, diálogo con Dios. Experiencia personal y comunitaria. Porque la fe no se puede vivir en soledad. No somos ermitaños. La fe crece y se afianza con los hermanos en la comunidad.
El templo es también tu corazón, tu vida. Y puedes hacerte la misma pregunta: ¿Es casa de oración o la tengo llena de ruidos, de intereses, de ladrones que me roban la felicidad? Como venimos aprendiendo en el mensaje de Jesús, el Reino empieza dentro de ti, ése es el lugar en que Dios quiere habitar. Y en lo pequeño, en tu propia vida, en lo cotidiano, es donde empieza todo. Déjale sacar lo que estorba, lo que no tiene que estar ahí. Y así tu corazón será un lugar de encuentro con Dios en el que puedas experimentar su gran amor.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Jueves 19 de noviembre

Jueves, 19 de noviembre
Semana XXXIII del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 19, 41-44
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida.

Pistas: Los Evangelios nos cuentan dos veces en las que Jesús llora: cuando muere su amigo Lázaro y al ver la ciudad a la que ama y comprender lo que le va a suceder. No llora por Él mismo, que va hacia su pasión. Ni porque lo rechacen o por lo que se le viene encima. Llora de pena, de tristeza, porque su Jerusalén no tiene remedio. Llora porque es la ciudad que ama, la gente que ama. Pero no quieren conocer el camino hacia la paz. No quieren escucharle, ni acogerle. No les importa ni quién es Jesús, ni la verdad que predica, ni la salvación que trae.
Y Jesús predice lo que va a suceder. Esta es una escena impresionante para imaginar y contemplar. ¿Qué sientes, qué te sugiere, qué te inspira ver a Jesús así?
Lo que ocurrirá no es un castigo. Sin embargo, refleja una realidad: el hombre cerrado en sus solas fuerzas camina hacia la destrucción. Rechazar consciente y libremente a Jesús es rechazar todo lo que merece la pena en la vida y encerrarse en un camino que lleva a la destrucción. Unos años después de la muerte y resurrección de Jesús, el templo será destruido por los romanos, 70 d. C., y Jerusalén en el 135. Fuera de Dios, en el rechazo a Jesús y en la confianza en la autosuficiencia ¿qué puede haber?
Y ¿tú? ¿lloras por el pueblo que amas? ¿lloras por esta sociedad que está lejos de Dios? ¿te duele, te importa que tantos se queden sin conocer a Jesús? ¿amas a tu pueblo? ¿o simplemente juzgas y te crees mejor que los demás?
Este Evangelio nos invita a comprender que el único camino para la salvación es Jesús. Puedes elegir recorrerlo o no. Y con esa misma libertad también sabes que Él no te va a obligar a nada que tú no quieras hacer, creer y practicar.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Miércoles 18 de noviembre

Miércoles, 18 de noviembre
Semana XXXIII del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 19, 11-28
En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro: Dijo, pues: Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: Negociad mientras vuelvo. Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras de él una embajada para informar: «No queremos que él sea nuestro rey».
Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo: Señor, tu onza ha producido diez. Él le contestó: Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades. El segundo llegó y dijo: Tu onza, señor, ha producido cinco. A ése le dijo también: Pues toma tú el mando de cinco ciudades.
El otro llegó y dijo: Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras. El le contestó: Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Con que sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.
Entonces dijo a los presentes: quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez. Le replicaron: Señor, si ya tiene diez onzas. Os digo: Al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia. Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

Pistas: El domingo leíamos una parábola parecida en el Evangelio de San Mateo. Hoy San Lucas nos pone claramente en la perspectiva del final de los tiempos. El Reino de Dios en plenitud. Como decimos en el credo, cuando venga a juzgar a vivos y muertos. Y aparece dentro de otra que habla sobre lo que les sucederá a los enemigos del Reino.
Mientras llega es el tiempo de negociar. Moverse, hacer que dé fruto. La onza son los dones de que el Señor nos da, los naturales y los sobrenaturales. ¿Qué hacemos con ellos? No se da el caso de que uno de los que negocia pierda, fracase. Porque los dones de Dios van a dar fruto sí o sí: cuando los pones en marcha, cuando colaboras con ellos con todo tu ser.
Pero si lo escondes, te acomodas, te acobardas, te dejas vencer por el pecado, entonces no pones a trabajar los dones que Dios te ha dado para que los uses en esta vida. Dios no pide imposibles. Pon a producir en el banco los tesoros que Dios ha puesto en tu ser. Acude a la Iglesia, en ella podrás –si no te acomodas- aprender el camino para que tu vida dé fruto. Pero, recuerda, nada de esto va a poder darse sin que tú pongas de tu parte. Dios nunca nos obliga a nada: ni a tener fe, ni a amar, ni a ser fieles… Sólo nos invita y nos da la fuerza para hacerlo. Y como actos verdaderamente humanos necesitan que pongas todo tu ser en ello.
Al que tiene se le dará. Como explicábamos el domingo, no es que Dios sea cruel, es que nosotros renunciamos a su gracia y sus dones y preferimos otro camino. Que finalmente es el del pecado.
Jesús vencerá plenamente. Con Él comienza el Reino, que ya está, Jesús ya es Rey. Y nosotros, para alcanzar la plenitud, tenemos que seguir luchando, abriendo el corazón a Dios, acogiendo sus dones y trabajando para que den fruto. Jesús te ha invitado a no acomodarte, a entregarte, a ser fiel, a vivir en el amor… sabiendo que Él no falla y no te va a abandonar nunca aunque pases por dificultades.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Martes 17 de noviembre

Martes, 17 de noviembre
Santa Isabel de Hungría, religiosa

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. El bajó en seguida, y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. Jesús le contestó: Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

Pistas: Zaqueo era jefe de publicanos y rico. Su vida está dominada por: política, poder, influencia, dinero, traición a su pueblo (trabajaba para el Imperio invasor) y también a sus propios jefes (se quedaba con un porcentaje, nada ético, de los impuestos que recaudaba con el objeto de enriquecerse). Pero en su vida irrumpe Jesús y todo cambia.
Zaqueo quiere verlo, pero Jesús toma la iniciativa, casi se autoinvita. Y Zaqueo le abre su casa. Cuántas veces buscamos a Jesús, queremos verlo, pero la gente, la situación, nos lo impiden… Jesús se hará el encontradizo. Y si le abres tu casa, si le dejas entrar, todo cambiará.
Se sube a una higuera, son poco de fiar esos árboles. Pero, él quiere ver a Jesús. No le preocupa lo que piensen de él, no se avergüenza. Quiere verle.
A Zaqueo le señalan. Es un pecador y todo el mundo lo sabe. Critican a Jesús también. Pero Él ha venido a salvar a los pecadores. Ésta es una buena noticia: ¿Eres pecador? ¿te sientes indigno? ¿te has equivocado y te equivocas muchas veces? Jesús quiere entrar en tu casa. Conoces a pecadores, a personas peores que tú: ¿Quién eres para juzgarlas? ¿has pensado en rezar por ellas, en ayudarles a que Jesús pueda entrar en su casa?
La presencia de Jesús en su vida convierte a Zaqueo. Se llena de alegría. Y toma decisiones. Va a devolver más de lo que estaba estipulado por la ley. Porque el que se encuentra con Jesús decide apartarse del pecado e intentar arrancarlo para siempre de su vida. Y no quiere andar con medias tintas. Cuando esto sucede, Jesús salva. Porque eso es lo que Jesús quiere: “Buscar y salvar lo que estaba perdido”. Y eso es lo que tú y yo como Iglesia tenemos también que hacer. Primero encontrarnos con Jesús, y después ayudar al que está perdido a que pueda encontrarse con Él.
Piensa hoy si quizás ha llegado el momento de que des el paso de encontrarte verdaderamente con Jesús. Habrá impedimentos, pero cambia la perspectiva y lo verás pasar a tu lado. Y, sin duda, Él te verá y se alojará en tu casa.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.