Martes 19 de septiembre

Martes 19 de septiembre
San Jenaro, obispo y mártir

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor

Evangelio según San Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando estaba cerca de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: No llores. Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

Pistas: La narración de este milagro está contada con una gran belleza por Lucas. Si sigues la lectura y dejas volar la imaginación puedes ponerte en el lugar de los personajes y te ayudará a escuchar lo que la Palabra de Dios quiere decirte hoy.
Por un lado, Jesús con sus discípulos y un gran gentío. Por otro, la viuda, los familiares, vecinos y, según la costumbre judía, seguramente, plañideras y músicos. Y en medio de todo esto está Jesús. Siente lástima y se acerca. Entonces se hace silencio. Se paran. No sana desde lejos, sino que toca al muerto. Con su palabra lo resucita. No monta un gran espectáculo ni hace ritos raros. Y se lo entrega a su madre. La gente, sobrecogida, da gloria a Dios.
Este pasaje nos ayuda a conocer mejor a Jesús: compasivo, que ve al que sufre y actúa. Que se acerca al dolor y toca a la persona, salvándola. Jesús poderoso, cuya palabra es eficaz. Jesús, que devuelve la vida, que da esperanza, que cambia las cosas. Por un lado, lamentos y lloros que no logran nada. Por otro, una palabra poderosa que trae salvación.
Reza con lo que te inspire la lectura de este pasaje. Pide, da gracias, contempla a Jesús. Párate un momento en este día para que Jesús pueda acercarse a ti, ver tus problemas, las dificultades a las que te enfrentas. Haz silencio para escuchar su voz. Y, ahora, escucha lo que tiene que decirte. Como siempre que Jesús se hace presente, podrás ver las maravillas de Dios en tu propia vida como las vio la viuda de Naín. Habla con Jesús. Él te escucha.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Lunes 18 de septiembre

Lunes 18 de septiembre
XXIV semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 7, 1-10
En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga. Jesús se fue con ellos.
No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: «ve, y va; al otro: «ven», y viene; y a mi criado: «haz esto», y lo hace.
Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe. Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

Pistas: No soy digno de que entres bajo mi techo.
El centurión pensaba que Jesús ni siquiera iba a escucharle, por eso envía primero a judíos influyentes y después a sus amigos para que hablen con Él. Al principio duda de que Jesús le vaya a atender, pero cuando se da cuenta que va hacia su casa demuestra una fe admirable. No quiere incomodar a Jesús, que según la religión judía quedaría impuro legalmente al entrar en casa de un gentil. Y decide ahorrarle eso. Pero en lo que no duda es en que Jesús tiene poder para curar al enfermo.
El centurión no necesita la presencia física de Jesús –seguro que este relato ayudó mucho a la primera comunidad cristiana, en la que Jesús no está físicamente, a comprender quién es Él y el poder de su Palabra y de la fe-. Había oído hablar de Jesús y creía en el testimonio que había escuchado. Y, por eso, con sólo su palabra tenía la certeza de que se cumpliría. Primero pensaba que él no era digno, pero cuando Jesús se acercaba a su casa confió plenamente en su poder.
Indignidad, duda, miedo a que no sea para nosotros, miedo de ser rechazados… nos alejan de Jesús, de Dios y de su poder. Pero si crees en el testimonio que de Jesús te da la Iglesia, si dejas que la Iglesia te acerque a Jesús (como lo amigos del centurión), si descubres el poder que hay en su palabra, si tienes fe, entonces podrás ver sus maravillas y entrará su salvación en tu casa.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Domingo 17 de septiembre

Domingo 17 de septiembre
XXIV domingo del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Respóndele con tu oración)

Evangelio según San Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete.
Y les propuso esta parábola: Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo. El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y agarrándolo lo estrangulaba diciendo: Págame lo que me debes. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano.

Pistas: Vivir desde el corazón o vivir en el cumplimiento.
Pedro intenta saber hasta dónde tiene que llegar, cuál es el límite para cumplir. Y Jesús le dice que no hay límite. El perdón nace del amor y de la compasión. Y es que el amor de verdad aspira a ser cada vez mayor, perdona, comprende… (lee si quieres 1 Cor 13, 1-13 https://www.bibliacatolica.com.br/es/la-biblia-de-jerusalen/i-corintios/13/ ).
No podemos imaginarnos la grandeza y el alcance del amor y la misericordia que Dios tiene con nosotros. Dios es amor. Como en la parábola, el amor y perdón de Dios nos libera de ser esclavos por nuestras deudas (nuestros pecados), nos da una nueva vida, nos deja recuperar nuestras relaciones y no le debemos nada porque nos perdona completamente.
Dios es Dios y no podemos imaginarlo desde nuestros esquemas, no podemos entenderlo ni encerrarlo en nuestra mente. Aunque lo intentemos comparar con el amor que los padres sienten por sus hijos, el que sientes por la persona a la que quieres más que a tu propia vida, el amor que no depende de lo que la persona amada haga sino que brota de lo profundo del corazón, todo esto sólo es una sombra del amor de Dios. No podemos conformarnos con preguntarnos cuánto tenemos que amar, cuánto más grande es el amor de Dios que el mio, cuántas veces hay que perdonar, hasta dónde se debe llegar… Porque se trata de profundizar día a día en el amor y la misericordia que Dios nos tiene. De entrar en relación con el Amor que lo transforma todo. Y ver cómo en ti va apareciendo una nueva forma de amar, de perdonar (la forma del que vive lleno del Espíritu Santo), la que tiene Jesús contigo y con cada persona.
No puedes hacer nada para que Dios te quiera más o menos. Dios te ama. Pero sólo te enterarás, sólo sentirás ese amor, sólo se irá la oscuridad, la duda, el miedo, la tristeza de tu vida, si te dejas envolver por ese amor. Si dejas que el Espíritu Santo inunde tu corazón podrás percibir ese Amor, crecer en Él, conocer a Dios, vivir como discípulo de Jesús y que toda esa grandeza se manifieste en tus acciones y relaciones. Por eso el Evangelio de hoy te dice que tienes que perdonar siempre. ¿Cómo quieres vivir entonces? ¿en el amor o en el cumplimiento?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Sábado 16 de septiembre

Sábado 16 de septiembre
Santos Cornelio, papa y Cipriano, obispo, mártires

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor

Evangelio según San Lucas 6, 43-49
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto: porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.
¿Por qué me llamáis «Señor, Señor», y no hacéis lo que digo? El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó desplomándose.
Pistas: A veces es complicado saber si estamos haciendo las cosas bien o mal. Otras veces buscamos excusas para mantener una actitud que en el fondo sabemos que no está bien, pero no queremos cambiarla. Jesús nos da hoy un criterio para discernir, distinguir y saber verdaderamente cómo estamos viviendo. Si estamos eligiendo el bien o el mal, si estamos sanos o enfermos. Y ese criterio son los frutos. Los frutos que dan nuestras actitudes, decisiones y acciones.
Si atesoras en tu corazón el bien, es decir, si lo llenas del Espíritu Santo, se manifestará en tus obras. Pero si lo llenas de oscuridad, de mal y no dejas cabida a la luz de Jesús, no puedes esperar que algo bueno salga de ahí. Sólo Jesús puede cambiar nuestro corazón. Sólo dejando que su luz penetre en lo profundo de nosotros, la oscuridad, el mal y el pecado pueden ser vencidos.
Jesús te invita a poner cimientos firmes y sólidos en tu vida. Porque de lo contrario se derrumbará ante las dificultades. Es fácil creer que hacemos lo correcto cuando todo va bien. Pero ¿y cuándo aparecen las complicaciones? ¿cuál es tu roca en esos momentos?
La palabra que Jesús te enseña día a día será la que te guíe. La clave siempre es la misma: Jesús, camino, verdad y vida. Acércate a Él y llenará tu corazón de su Espíritu Santo. Acércate a Él y la realidad se transformará porque de ti brotarán buenas obras. Estarás cimentado firmemente y nada te hará tambalear ni te derrumbará.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

 

Viernes 15 de septiembre

Viernes 15 de septiembre
Bienaventurada Virgen María de los Dolores

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor

Evangelio según san Juan 19, 25-27
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Pistas: Jesús en la Cruz lo entrega todo. Hasta a su propia Madre. En medio del dolor Jesús piensa en los demás, porque eso hacen las personas que aman. En ese discípulo estamos representados nosotros. La Cruz es el momento del amor y la entrega aunque, paradójicamente, parece el del odio y la derrota. Pero Jesús vencerá y hará nuevas las cosas.
Puedes leer el Evangelio poniéndote en la piel de cada uno de los personajes y preguntarte ¿Qué sentirían? ¿por qué? ¿para qué? ¿qué sucederá?
Hoy, 15 de septiembre, se celebra la Bienaventurada Virgen María de los Dolores. No tendría sentido celebrar esta fiesta sin la resurrección de Jesús, sin la victoria del bien y el amor sobre el mal y el sufrimiento. No celebramos el dolor, sino que ponemos de manifiesto que el dolor puede desembocar en alegría, que el dolor con Jesús se puede transformar en vida.
¡Cuánto dolor y sufrimiento hay en nuestro mundo! Y la única respuesta válida y verdadera es hacer lo que Jesús hizo: amar, entregarse, abrir el corazón a Dios, estar llenos del Espíritu Santo para vencer el mal a fuerza de bien. La tentación siempre es elegir otros caminos. Algunos prometen soluciones fáciles pero son atajos mentirosos. El único que ha vencido, la única respuesta, es Jesús.
Pon tus dolores y sufrimientos al pie de la cruz de Jesús y después mírale resucitado. Mira, si quieres, a la Madre de Jesús rota de dolor. Pero mírala también después radiante al encontrarse con su hijo resucitado. Mira tu dolor, tu pecado, tu pobreza, el mal, la injusticia… Pero después mira a Jesús que ha vencido. Mira su amor, mira la fuerza del Espíritu Santo que está en tu corazón y te hace a ti también vencedor.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

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Jueves 14 de septiembre

Jueves, 14 de septiembre
Exaltación de la Santa Cruz

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor

Evangelio según san Juan 3, 13-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.» Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

Pistas: ¡Qué misterio la vida de Jesús! El Hijo de Dios que bajó del cielo y se hizo hombre. Pero es tan sorprende el modo en que Dios se manifiesta… No lo hace imponiendo unas normas, ni obligando a nadie a nada. No busca el poder, la riqueza o el éxito político. Todo es, nada más y nada menos, que un impresionante acto de amor.
No viene a juzgar (es decir a sentenciar, a clasificar), sino a salvar (a mover corazones, a amar, a poner a las personas en marcha, a traer Espíritu). Y el camino que Jesús tendrá que recorrer, mejor dicho, el camino que por amor elige recorrer, le conducirá a la cruz. Será elevado y allí, en su aparente derrota, todo cambiará. Porque Jesús elige el camino de la confianza absoluta en el Padre y el amor de Dios no falla. Vencen el amor, la vida, la verdad; vence Jesús. Y ése es el camino que nos invita a seguir. Encontrarnos con Él, nuestro hermano, como nosotros, verdadero hombre y verdadero Dios, llenarnos del Espíritu Santo y asomarnos al misterio del Padre.
Es bonito caer en la cuenta de que se trata de creer, de amar, de dejarse amar, de estar en relación con Dios… Claro que eso llevará a un estilo de vida concreto, pero no va antes el estilo de vida que la fe y el amor.
Acércate a Jesús, y en la cruz, aunque el camino sea difícil, tendrás vida, tendrás amor y tendrás salvación. Acércate a Jesús y síguele. Aprende a amar y dejarte amar. Y todo adquirirá un sentido nuevo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

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Miércoles 13 de septiembre

Miércoles, 13 de septiembre
San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la iglesia

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 6, 20-26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo: porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.

Pistas: Es una revolución absoluta, en su tiempo y ahora, la manera de plantear la dicha, la bienaventuranza y la felicidad, que nos ofrece Jesús.
La riqueza, el tener, estar saciado, la vida alegre, la buena fama, no es lo que te va a hacer feliz. Ni va a destruir tu posibilidad de serlo la pobreza, la necesidad, el hambre, el sufrimiento, las lágrimas, las dificultades, las críticas, la persecución por ser fieles a Jesús.
¿Cuál es la clave? Vivir como Jesús. Las bienaventuranzas no son una teoría. Es la consecuencia del estilo de vida de Jesús.. Porque Él lo demuestra con su vida. ¿Dónde tienes puesto tu corazón? Ay de ti si está inmerso en las cosas que no te van a hacer feliz. Pero dichoso tú si lo tienes donde Jesús ha enseñado, porque, pase lo que pase, vas a ser dichoso.
Piensa en las tristezas de tu vida, en lo que te hace infeliz, te roba la paz y la alegría… y mira a Jesús y a su estilo de vida. Ahí encontrarás la respuesta. Si dejas que Dios llene tu vida de su Espíritu, si sigues a Jesús, encontrarás el camino para vivir como discípulo suyo. No caerás presa del engaño de falsas promesas de felicidad ni las dificultades de la vida te harán infeliz. Es más, serás dichoso en aquellas situaciones en las que según la lógica de nuestro mundo parece imposible serlo.
Dichoso y lleno de Dios o infeliz y perdido. Esa elección te plantea hoy la Palabra de Dios.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

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Martes 12 de septiembre

Martes 12 de septiembre
Dulce Nombre de María

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 6, 12-19
Por entonces, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al
que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Pistas: Jesús pasa la noche orando antes de tomar una decisión fundamental en su vida. Son los hombres que van a estar con Él. Serán sus amigos y aprenderán los misterios del Reino. Son los hombres que van a contar su historia y continuar su misión. Y lo que Jesús hace para elegirlos es pasar la noche entregado a la oración.
Esto debería hacernos plantearnos el modo en el que afrontamos las decisiones importantes de nuestra vida ¿Con oración, como Jesús, queriendo unir mi voluntad a la de Dios y descubrir su camino para mí? ¿O sólo rompiéndome la cabeza, dándole vueltas a las cosas, planificando…? En nuestra vida debe haber una organización, debemos usar la inteligencia; es importante y necesario. Pero sin oración, sin Espíritu Santo, sin vida de Dios no será nada más que una ansiedad vacía y no te llevará a ningún sitio más que a dar vueltas sobre ti mismo y tus ideas.
De Jesús salía una fuerza que los curaba a todos. Esa misma fuerza nos la ha dado a sus discípulos, pero a veces la tenemos tan apagada que ni sabemos que existe. Es la fuerza del Espíritu Santo. Sus apóstoles y sus discípulos vieron cómo actuaba a través de Jesús y le escucharon prometerles que ellos también iban a hacer lo mismo que Él. Y lo experimentaron. Descubrieron que lo que habían visto y oído sólo era el principio.
Si cada día te acercas a Jesús, si te acercas a Dios cotidianamente en oración, llenará tu corazón de su poder, de su amor, del Espíritu Santo. Y también para ti será sólo el principio.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

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Lunes 11 de septiembre

Lunes 11 de septiembre
XXII semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 6, 6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los letrados y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: Levántate y ponte ahí en medio. Él se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir? Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: Extiende el brazo. Él lo hizo y su brazo quedó restablecido.
Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.

Pistas: El sábado, el día que los judíos dedican a Dios, Jesús entra en la sinagoga para enseñar, y los fariseos (los más religiosos y cumplidores) y letrados (los expertos en la ley) están vigilando qué hace. Jesús se enfrenta a una religiosidad que ha perdido de vista lo esencial. Parece que muchos se han olvidado que toda la ley y los profetas se resumen en amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. No les importa el hombre enfermo, ni Aquél a quien honran el sábado y que convierte en sagrado ese día. Jesús les da la oportunidad de pensar, intenta ponerlos ante su contradicción.
A veces me planteo: ¿Qué sería más importante para muchos cristianos: la cofradía, la procesión, la tradición, mi puesto en la parroquia, que esto «siempre se hizo así», la imagen que los demás tienen de mí, mi manera de entender la religión…? ¿o amar a Dios, amar al prójimo, vivir como discípulo de Jesús? ¿hacer el bien o el mal? ¿salvar a uno o dejarlo morir?
Se ponen furiosos porque Jesús les contraria, les hace pensar y cuestionarse su manera de vivir la religión. No sólo eso. En el fondo les obliga a revisar su estilo de vida. Es fácil pensar en qué malos son los fariseos que no ven que Jesús es un hombre bueno y le tienen envidia… Pero es más interesante que pensemos en qué nos parecemos a esos letrados y fariseos que no son capaces de ver más allá de si mismos, de sus tradiciones, de sus maneras de hacer las cosas….. Jesús enseña algo diferente: enseña a vivir en el amor.
Ser discípulo de Jesús hoy conlleva cumplir unas normas y unos mandamientos, unas tradiciones… pero todo esto no sirve de nada, ni tiene sentido, ni siquiera nos acerca a Dios si no lleva consigo un trabajo en lo profundo del corazón, si no dejamos que el amor de Dios, el Espíritu Santo, nos llene de tal modo que le dé sentido a todo. Sólo así nuestra religiosidad y nuestra vida corresponderán al amor que Dios nos tiene y que nos salva.
Jesús hoy también te mira a ti y te pregunta: ¿Qué quieres hacer, cómo quieres vivir?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

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Domingo 10 de septiembre xxiii domingo

Domingo 10 de septiembre
XXIII domingo del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Respóndele con tu oración.)

Evangelio según San Mateo 18, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Os aseguro además que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Pistas: Jesús enseña a vivir en el amor. Por eso, la vida de los que nos rodean nos tiene que importar. La vida de los que queremos nos tiene que importar. No sólo su bienestar material o físico, también el espiritual. Quizás nuestra sociedad se ha vuelto demasiado individualista y hemos ensalzado nuestro propio criterio como la norma. Buscamos satisfacer nuestros deseos, el placer, el tener y hemos llenado nuestra vida con muchas cosas. Incluso llegamos a ver normal utilizar a los demás para nuestro interés.
Lo que nos dice el Evangelio de hoy es todo lo contrario. Nos llama a estar pendientes de los demás, amarlos, preocuparnos por ellos; y dejar que los demás se preocupen por nosotros. Es nuestra responsabilidad como miembros de la Iglesia.
¿Cómo se concreta esto? En cuestiones como la corrección fraterna de la que nos habla este Evangelio de hoy ¿Lo has hecho alguna vez? ¿has corregido, ayudado, a alguien que ves que está haciendo las cosas mal? ¿te has dejado corregir? Puedes reflexionar y rezar sobre esto.
Detrás está y debe estar la comunidad. No se trata de manipular o dirigir a los demás para que sigan nuestros criterios o intereses. La libertad de la persona es total para cambiar o no, como nos dice el Evangelio, esa libertad tiene sus consecuencias. Por ello, no se trata de presionar o ser marionetas. Ser discípulos de Jesús es crecer y ayudar a crecer a los demás. Por eso, la comunidad es la garantía, en ella está Jesús, es la Iglesia. Y Jesús le da el poder para “atar y desatar”.
Por último, el Evangelio nos habla del poder de la oración comunitaria de intercesión. Es el poder de rezar unos por otros. Esto no hay otra manera de entenderlo más que poniéndolo en práctica con fe. Orar junto con otras personas nos ayuda en el día a día, en los problemas y situaciones cotidianas. «Porque donde dos ó tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Y verás las maravillas de Dios y su poder.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

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