Martes 19 de septiembre
San Jenaro, obispo y mártir
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
Evangelio según San Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando estaba cerca de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: No llores. Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Pistas: La narración de este milagro está contada con una gran belleza por Lucas. Si sigues la lectura y dejas volar la imaginación puedes ponerte en el lugar de los personajes y te ayudará a escuchar lo que la Palabra de Dios quiere decirte hoy.
Por un lado, Jesús con sus discípulos y un gran gentío. Por otro, la viuda, los familiares, vecinos y, según la costumbre judía, seguramente, plañideras y músicos. Y en medio de todo esto está Jesús. Siente lástima y se acerca. Entonces se hace silencio. Se paran. No sana desde lejos, sino que toca al muerto. Con su palabra lo resucita. No monta un gran espectáculo ni hace ritos raros. Y se lo entrega a su madre. La gente, sobrecogida, da gloria a Dios.
Este pasaje nos ayuda a conocer mejor a Jesús: compasivo, que ve al que sufre y actúa. Que se acerca al dolor y toca a la persona, salvándola. Jesús poderoso, cuya palabra es eficaz. Jesús, que devuelve la vida, que da esperanza, que cambia las cosas. Por un lado, lamentos y lloros que no logran nada. Por otro, una palabra poderosa que trae salvación.
Reza con lo que te inspire la lectura de este pasaje. Pide, da gracias, contempla a Jesús. Párate un momento en este día para que Jesús pueda acercarse a ti, ver tus problemas, las dificultades a las que te enfrentas. Haz silencio para escuchar su voz. Y, ahora, escucha lo que tiene que decirte. Como siempre que Jesús se hace presente, podrás ver las maravillas de Dios en tu propia vida como las vio la viuda de Naín. Habla con Jesús. Él te escucha.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.