Sábado 9 de septiembre

Sábado 9 de septiembre
San Pedro Claver, presbítero

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor

Evangelio según San Lucas 6, 1-5
Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano.. Unos fariseos les preguntaron: ¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido? Jesús les replicó: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros. Y añadió: El Hijo del Hombre es señor del sábado.

Pistas: En tiempos de Jesús, en muchos sectores la práctica religiosa judía se había vuelto mero cumplimiento externo. Jesús no invalida los mandamientos o las normas. Pero quiere que sus discípulos entiendan que de nada sirve cumplir externamente si no se va a lo profundo.
Los judíos tenían estipulados qué trabajos podían realizar en sábado y cuáles no y hasta cuántos pasos podían dar… Y todo esto para dedicar un día al Señor. Y, en ocasiones, por ser fieles a lo externo dejaban al margen otras cosas más importantes. Y convertían, como nos puede pasar a nosotros, la religión en meras apariencias.
Este Evangelio puede servirnos para examinar nuestra religiosidad. Ser cristianos supone vivir como Jesús..No se trata de practicar con rigidez unas normas, sino de acoger el Espíritu Santo, estar llenos de Él, hacer sus obras y dejarnos guiar por Él. Y, así, seguir a Jesús en todo.
Los enemigos de Jesús intentan acusarle de no cumplir las tradiciones y normas. No quieren descubrir quién es y se conforman con vivir superficialmente. Pero Jesús enseña a vivir desde el corazón, desde el interior, y que eso se manifieste en nuestras acciones.
Examina hoy tu vida de fe y tu religiosidad. Se trata de conocer a Jesús y seguirle, de vivir como discípulo suyo. Dice un amigo mío que a veces andamos pendientes de las cosas de Dios y nos olvidamos del Dios de las cosas. Y es que puedes vivir religiosamente pero no enterarte de que Dios te ama, ni vivir en ese amor. Y, entonces ¿de qué sirve todo lo demás? Dios te transformará y te cambiará. Tú sólo tienes que abrir tu puerta.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

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Viernes 8 de septiembre

Viernes 8 de septiembre
Natividad de la Bienaventurada Virgen María

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según san Mateo 1, 18-23
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”.»

Pistas: Dios se hace hombre por obra del Espíritu Santo. Una virgen será madre. Y ese niño salvará al pueblo de los pecados. Y será Dios-con-nosotros.
Y José se asoma a este misterio ¿Qué entendería? ¿cuántas dudas y qué preguntas se haría? ¿cuántos prejuicios tendría que vencer? Pero es un hombre justo que busca actuar con rectitud. Y, finalmente, hace dos cosas: fiarse de Dios y obedecerle (por difícil e increíble que le parezca); y amar a María y a Jesús. Y con esto colabora en el acontecimiento más asombroso de la historia: Dios se hace hombre en el seno de una mujer y, como nosotros, crece en una familia, en una sociedad concreta y pasa por lo mismo que cualquier ser humano.
Haciéndose hombre nos salva. Vence al pecado, al mal y a la muerte. Vivo y resucitado nos promete estar con nosotros hasta el fin del tiempo. Y nos da el Espíritu Santo para que podamos ser hijos de Dios y vivir como discípulos suyos.
María y José se fían de Dios, le obedecen y aman. Y, ahí, lo imposible se hace posible. También Jesús quiere hacerse presente en tu vida. No como una idea o como algo lejano, sino como uno de los tuyos. María dice: Sí. José dice: Sí ¿Y tú?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

8 September, 2017 07:32

Viernes 8 de septiembre
Natividad de la Bienaventurada Virgen María

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según san Mateo 1, 18-23
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”.»

Pistas: Dios se hace hombre por obra del Espíritu Santo. Una virgen será madre. Y ese niño salvará al pueblo de los pecados. Y será Dios-con-nosotros.
Y José se asoma a este misterio ¿Qué entendería? ¿cuántas dudas y qué preguntas se haría? ¿cuántos prejuicios tendría que vencer? Pero es un hombre justo que busca actuar con rectitud. Y, finalmente, hace dos cosas: fiarse de Dios y obedecerle (por difícil e increíble que le parezca); y amar a María y a Jesús. Y con esto colabora en el acontecimiento más asombroso de la historia: Dios se hace hombre en el seno de una mujer y, como nosotros, crece en una familia, en una sociedad concreta y pasa por lo mismo que cualquier ser humano.
Haciéndose hombre nos salva. Vence al pecado, al mal y a la muerte. Vivo y resucitado nos promete estar con nosotros hasta el fin del tiempo. Y nos da el Espíritu Santo para que podamos ser hijos de Dios y vivir como discípulos suyos.
María y José se fían de Dios, le obedecen y aman. Y, ahí, lo imposible se hace posible. También Jesús quiere hacerse presente en tu vida. No como una idea o como algo lejano, sino como uno de los tuyos. María dice: Sí. José dice: Sí ¿Y tú?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Jueves 7 de septiembre

Jueves 7 de septiembre
XXII semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor

Evangelio según San Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban junto a la orilla: los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: Rema mar adentro y echad las redes para pescar.
Simón contestó: Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes. Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande, que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: No temas: desde ahora serás pescador de hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Pistas: Pedro deja a Jesús entrar en sus cosas. Acaban de llegar de estar toda la noche faenando y no traen pesca. Pero, a pesar del cansancio, hacen lo que Jesús les pide. Dejan a Jesús subir a la barca y enseñar.
Después, siguen haciendo caso a lo que Jesús les pide y reman mar adentro a pescar. Y por la Palabra de Jesús, donde antes habían fracasado ahora triunfan. Donde no habían encontrado ni conseguido nada, ahora llenan la barca. Mucho más de lo que cabía esperar.
Y, finalmente, Pedro y sus amigos, dejándolo todo, siguen a Jesús respondiendo a su llamada. Descubren que existe un modo distinto de hacer las cosas, que lo que Jesús ofrece lo cambia todo.
Ahora ilumina tu vida con lo que nos enseña el Evangelio: obedecer a Jesús, escucharle, dejarle entrar en tus cosas. A pesar del cansancio o de la frustración. Por su Palabra y fiándote de Él tendrás mucho más de lo que puedas imaginar. Mucho más.
Por eso merece la pena dejar lo que sea necesario. No para seguir una ideología o por un espejismo, sino para seguir a Jesús y descubrir y hacer su voluntad.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Manuel

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Miércoles 6 de septiembre

Miércoles 6 de septiembre
XXII semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 4, 38-44
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. El, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera, se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: Tú eres el Hijo de Dios. Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero él les dijo: También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado. Y predicaba en las sinagogas de Judea.

Pistas: Nos narra el Evangelio de hoy lo que Jesús hace en su día a día: predicar, curar enfermos y expulsar demonios. Jesús anuncia así el Reino de Dios. Habla y actúa. Dedica sus fuerzas a luchar contra el mal y el sufrimiento; y a predicar anunciando el Reino.
Seguir a Jesús nos hará ser testigos de esto: primero en nuestra propia vida, como la suegra de Pedro. Pero también en la vida de los demás. Porque Jesús nos ha encomendado también a nosotros continuar la tarea que Él empezó. Y, como leíamos ayer, nosotros tenemos ese poder y autoridad.
Quizás, como la suegra de Pedro, necesitemos que Jesús nos sane. Todos sabéis lo que es tener fiebre, cómo le abandonan a uno las fuerzas. Eso mismo hace el pecado: nos debilita. Pero cuando Jesús nos libera de él, entonces podemos levantarnos y ponernos a servirle. Porque reconocemos su presencia, nos llenamos de su fuerza y actuamos con poder. Porque Jesús sana, libera y salva.
Así veremos cómo se hace presente su Reino y cómo el mal, el sufrimiento y el pecado son vencidos.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Martes 5 de septiembre

Martes 5 de septiembre
XXII semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor

Evangelio según San Lucas 4, 31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad.
Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, se puso a gritar a voces: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: El Santo de Dios. Jesús le intimó: ¡Cierra la boca y sal! El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño.
Todos comentaban estupefactos: ¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen. Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca.

Pistas: La Palabra y la presencia de Jesús tienen poder y autoridad. Tanto, que hacen manifestarse al mal, lo incomodan. Y Jesús vence.
A los que escuchan su Palabra y se fijan en Jesús les hace preguntarse: ¿Quién será este hombre? ¿qué tendrá su Palabra? Tú que cada día te acercas a su Palabra, que cada día te pones en su presencia, déjate también sorprender. No hagas de ello algo rutinario. Cree y descubre el poder del Espíritu Santo que actúa en Jesús y a través de su Palabra. Un poder que tú tienes también en ti. Descubrirás que cerca de Jesús y escuchando su Palabra tendrás autoridad para luchar contra el mal, verás el poder de Jesús actuando en ti y también a través de ti.
La Palabra de Dios nos enseña que Jesús tiene poder y autoridad. Y promete que sus discípulos también lo tendrán. Para hacer presente el Reino de Dios y vencer al mal no hay armas ni violencia, sino la fuerza de la Palabra y el poder del Espíritu Santo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Lunes 4 de septiembre

Lunes 4 de septiembre
XXII semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 4, 16-30
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura.
Le entregaron el Libro del Profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó.
Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: ¿No es éste el hijo de José? Y Jesús les dijo: Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»: haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.
Y añadió: Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del Profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado más que Naamán, el sirio.
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Pistas: Jesús lee la profecía de Isaías y anuncia su cumplimiento. En Jesús mismo se cumple: es el Ungido por el Espíritu, el enviado que anuncia la buena noticia, el que trae libertad, el que anuncia el año de gracia del Señor (en referencia al año jubilar del que habla el libro del Levítico: cuando se cancelaban las deudas y todas las posesiones retornaban a sus primitivos dueños, porque todo es de Dios y Él lo reparte entre sus elegidos).
Los que tienen los ojos fijos en Él se admiran… pero después empiezan los prejuicios: ¿No es el hijo de José? Por un lado, creen saber de dónde viene Jesús y que por ello y desde esa perspectiva pueden juzgarle. Por otro, su visión mundana y nacionalista judía del mesías les impide comprender que la profecía de Isaías no es sólo para ellos, es para todos. Jesús les expone dos ejemplos del Antiguo Testamento de extranjeros a los que Dios salva. No hay un pueblo elegido, sino la humanidad entera. Por último, no sólo desconfían de Jesús y le rechazan, sino que quieren matarlo, pasan a la violencia.
Este Evangelio nos presenta tres posturas ante Jesús: tener los ojos fijos en Él y escucharle, dejar que nuestros prejuicios e ideas nos alejen de Él y rechazarle, y, por último, expulsarlo de nuestra vida porque no se quiere aceptar su Palabra. Es decir, intentar acabar con Él.
Relee el Evangelio dejando que la Palabra de Dios resuene en tu interior ¿Qué quiere decirte hoy a ti? Su Palabra se cumple también para ti, hoy, ahora.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Domingo 3 de septiembre

Domingo 3 de septiembre
XXII domingo del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele con tu oración)

Evangelio según San Mateo 16, 21-27
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: ¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte. Jesús se volvió y dijo a Pedro: Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.
Entonces dijo a los discípulos: El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del Hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

Pistas: El domingo pasado leíamos cómo Pedro confesaba su fe en Jesús el Hijo de Dios, el Mesías. Seguramente deslumbrado por los milagros de Jesús, por su poder y su modo de predicar. Y hoy Jesús le dice una de las frases más duras del Evangelio. Pedro no entiende el mesianismo de Jesús, se imagina un camino triunfal, una victoria terrenal. Y en esa idea no tienen cabida para él ni el sufrimiento ni la muerte del maestro.
Jesús prepara a sus discípulos para que puedan interpretar lo que va a suceder. Y para que lleguen a comprender cómo quiere Él que vivan. Y que, misteriosamente, la salvación pasa por cargar con la cruz, por negarse a uno mismo (en el sentido que hemos explicado otras veces: reordenar las prioridades, poner a Dios en el centro), por perder la vida para ganarla. Y esto sólo se puede descubrir y vivir siguiendo a Jesús, que ha hecho nuevas las cosas con su muerte y resurrección.
Puedes preguntarte hoy qué camino y qué criterios sigues en tu vida: ¿piensas como los hombres o piensas como Dios? ¿te aferras a lo terrenal o pones tus esperanzas en el salvador? ¿eliges “ganar el mundo entero” o seguir a Jesús?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Sábado 2 de septiembre

Sábado 2 de septiembre
XXI semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Mateo 25, 14-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados; y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió uno, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco. Su señor le dijo: Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu Señor. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos. Su señor le dijo: Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor: como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo. El señor le respondió: Eres un empleado negligente y holgazán, ¿con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas: allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Pistas: Puede parecer que falta misericordia en esta parábola, pero fíjate bien. Además de enseñarnos que la postura cómoda o cobarde no es el camino para seguir a Jesús, nos explica algo muy grande: los dones que Dios da, representados en las monedas de la parábola, siempre dan fruto si te pones a “negociar” con ellos. Es decir: Dios da su gracia y la gracia de Dios no falla. Dios da sus dones y los dones de Dios no fallan. Por eso, si tú pones todo de tu parte, vas a dar fruto.
Pero si te acomodas, te acobardas, te vuelves infiel, holgazán, negligente… entonces lo que podía dar fruto en tu vida no lo dará. El pecado tomará el control y necesitarás despertar e ir a buscar aceite para tu lámpara.
Piensa un momento ¿A qué se dedicaron unos y otros? En realidad, los que dieron fruto trabajaron para su señor, multiplicaron los dones que les concedió. El que no, se dedicó a sus cosas, fue perezoso y racaneó con lo que le fue otorgado. Tal vez el miedo fuese sólo una excusa. Ni siquiera hizo lo mínimo: “poner el dinero en el banco”.
Dios nunca te va a pedir cosas por encima de tus fuerzas. Y si parece que lo son, te dará la fuerza para hacerlas. Pero si metes en un hoyo, tapas, escondes, lo que Dios te da sin ni siquiera hacer lo mínimo, el plan de Dios para tu vida se frustrará. Por eso Jesús termina la parábola diciendo: allí será el llanto y el rechinar de dientes, la posibilidad real de decirle que no a Dios en esta vida y para la eternidad.
Si “negocias”, si pones en acción lo que Dios te da, no sólo darás el fruto que tú crees que puedes dar, sino mucho más. Así que revisa tu vida: en qué te pareces al que escondió el talento y en qué a los otros. Y, si encuentras cosas que cambiar, pídele a Dios ayuda y ¡adelante! Él está contigo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Viernes 1 de septiembre

Viernes 1 de septiembre
XXI semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: «Que llega el esposo, salid a recibirlo!» Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las sensatas: «Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas». Pero las sensatas contestaron: «Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis». Mientras iban a comprarlo llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: «Señor, señor, ábrenos».
Pero él respondió: «Os lo aseguro: no os conozco». Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.

Pistas: Leíamos este mismo Evangelio hace poco tiempo. Es una oportunidad para seguir descubriendo cómo la Palabra de Dios es siempre nueva, si se lee pidiendo la luz del Espíritu Santo y aplicándola a tu vida y a tus situaciones, dejando que Dios te hable a través de ella.
Hoy nos cuenta Jesús la parábola de las doncellas sensatas y las necias, que habla de estar vigilantes y preparados. Nos dice que no da igual tener una actitud u otra. Las necias podían haber ido a comprar aceite antes de dormirse y todo hubiera sido diferente.
Tal vez puedas entender el aceite como aquello que te permitirá tener encendida la luz: oración, sacramentos, vida interior, vivir como discípulo de Jesús… Esto te hará estar preparado. Pero si te duermes sin tener el aceite ¿qué puede suceder? Si consientes que tu vida se llene de oscuridad y dejas que el pecado y el mal entren en ella ¿qué puede suceder? Lee el Evangelio aplicándolo a tu vida. Jesús da muchas oportunidades, pero si te da igual dormir que tener aceite, si crees que es lo mismo vivir de un modo o de otro, cuando pase por tu vida y cuando llegue el momento final ¿qué puede suceder?
Por eso, ten preparado el corazón ¿Qué cosas necesitas cuidar para tener tu aceite preparado? ¿Cuáles te hacen estar dormido?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.