Martes 15 de agosto

Martes 15 de agosto
Asunción de la Bienaventurada Virgen María

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Pistas: Después del anuncio del ángel, María se pone en camino para ver a su prima Isabel. Lee el pasaje poniéndote en la piel de cada una. Isabel, una anciana estéril a la que Dios ha concedido ser madre (ella será la de Juan Bautista). Experimenta el encuentro con Jesús antes de su nacimiento. Queda llena del Espíritu Santo. Puedes imaginarte ese encuentro y qué sintió para decir esas palabras.
Y María. Su prima Isabel confirma lo que el ángel le anunció. La declara bienaventurada por su fe porque el Señor cumplirá su palabra. Y de la boca de María sale una alabanza a Dios. Primero, por lo que ha hecho en ella. A continuación, por lo que Dios hace en su pueblo. Lee cada frase despacio, pensándola y haciéndola tuya.
María alaba a Dios que nos salva, porque ya viene Jesucristo. Ella es el ejemplo perfecto de aquello a lo que estamos llamados y destinados los cristianos. Es el ejemplo perfecto de redimida, de discípula, de creyente. Es la llena de gracia, la inmaculada (que no tiene pecado). Y, como celebramos hoy, la que ha sido ascendida en cuerpo y alma al cielo. Ya está en la plenitud de la salvación.
Pero no olvides: es María, la muchacha de Nazaret, la de carne y hueso, como tú y como yo. Es la que con su decisión cambiará la Historia. Ella nos señala el camino de su Hijo, nos hace mirar a Dios y alabarle en este día. Ella nos dice que nuestro sitio es el cielo, que comienza ya aquí, diciendo sí y poniéndonos en camino.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.