Lunes 20 de noviembre

Lunes 20 de noviembre
XXXIII semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 18, 35-43
En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: Pasa Jesús Nazareno. Entonces gritó: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? El dijo: Señor, que vea otra vez. Jesús le contestó: Recobra la vista, tu fe te ha curado. Enseguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

Pistas: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. Éste fue el grito que cambió la vida del ciego del Evangelio. Antes veía, pero ahora está pidiendo al borde del camino, sobreviviendo de la compasión de los demás. En la sociedad judía era juzgado como alguien que por su pecado o el de su familia estaba ciego, como alguien que había merecido ser castigado por Dios. Intentan que se calle, pero Jesús le oye y les manda que se lo acerquen. Y cuando está en presencia de Jesús, todo cambia.
Así funciona el pecado: te hace vivir al borde del camino de la vida y ya no avanzas. Sobrevives con las limosnas, es decir, con las cosas con las que intentas llenar tu vida pero que no te satisfacen. A veces puedes pensar que eres feliz, que ya lo tienes todo o que si tuvieras aquello estarías mejor. Pero en el fondo te sientes perdido, como caminando en tinieblas. Necesitas que alguien te diga: Por ahí anda Jesús. Y dar el paso.
Habrá muchas fuerzas que te dirán: “Eso no es para ti”, “no vas a ser capaz”, “seguro que no puede ser algo tan bueno”… Algunas internas y otras externas. Sin embargo, Jesús te escucha. Ahora falta que te atrevas a llegar hasta Él. Quizás necesites ayuda. Esto es la Iglesia. Que te lleva hasta Jesús. Los sacramentos: la confesión, la eucaristía. La oración, la comunidad.
Y Jesús te pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? Ya lo sabe, pero quiere que se lo digas. Quiere que elijas seguirle, que elijas ver, que elijas librarte del pecado y acoger su perdón y misericordia.
Al releer el Evangelio puedes pensar en las cegueras de tu vida, en tus pecados. ¿Te has detenido al borde del camino y sobrevives de limosnas? Llama a Jesús: “Ten compasión de mí”. Si necesitas confesarte o que recen por ti, acude a la Iglesia, te llevará a Jesús. Y después, cuando estés ante Él, sólo ten fe. Podrás ver, volverás a ver.
Recobró la vista y lo siguió. Haz como el ciego y no te quedes otra vez al borde del camino. Sigue con Jesús. Camina con Él y alaba a Dios. Porque Él es la luz, en Jesús hay garantía, hay salvación.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

(Hoy, además una canción, si te apetece escucharla https://www.youtube.com/watch?v=ezQZsu5I1JA )