Lunes 12 de junio
X semana del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Mateo 5, 1-12
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la Tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán «los Hijos de Dios».
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
Pistas: Comenzamos a leer hoy el Evangelio de San Mateo a partir del capítulo 5. Jesús sube a la montaña a enseñar, es el nuevo Moisés que revela a Dios con autoridad. Y se sienta, como el maestro en la cátedra, a instruir a sus discípulos.
El camino que Jesús indica para la felicidad no son teorías ni normas externas, no son cosas que se puedan solucionar con un mero cumplimiento para la galería. Jesús habla de su propia vida, propone el camino que Él mismo sigue y seguirá hasta el final. Es algo mucho más profundo que unas pautas o tradiciones. Nace del interior. Es un estilo de vida que se afronta al estilo de Jesús, como discípulos suyos.
Las bienaventuranzas sólo son posibles desde la fe en Jesús, desde la decisión de seguirle con la fuerza del Espíritu Santo. Por eso te invito a que al releer el Evangelio de hoy pienses en cómo estás viviéndolas tú, y le pidas a Dios el Espíritu Santo que te haga vivir como discípulo de Jesús.
En la pobreza de espíritu (o humildad), en el sufrimiento y el llanto, en la necesidad de justicia (entendida también como salvación o como buscar cumplir la voluntad de Dios), en ser misericordiosos, en la limpieza de corazón (sin dobles intenciones o hipocresía), en la lucha por la paz, en la persecución, serás dichoso. No es un “se puede ser incluso en medio de eso”, sino que Jesús dice que ahí, precisamente ahí, serás bienaventurado.
El mejor modelo para entender esto es Jesús mismo. Él, que ha vencido al pecado, al mal y a la muerte, es el Bienaventurado. Y, si vives como discípulo suyo, serás una persona nueva por la fe. Con la fuerza y el poder del Espíritu Santo podrás vivir estas bienaventuranzas desde la alegría. Porque Dios ve tu camino, tus esfuerzos, tus luchas, tu fe y te dice: «Dichoso tú».
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.