Este domingo comienza el tiempo de Adviento y vamos a aprovechar esta ocasión para acercarnos a las primeras lecturas de la misa. Al Antiguo Testamento. Las lecturas del tiempo de Adviento tienen una peculiaridad, son elegidas en muchas ocasiones, de tal modo que el Evangelio muestra el cumplimiento de lo anunciado por la primera lectura. Jesús viene, cumple y lleva a plenitud las promesas de Dios.
Domingo 03 de diciembre
I domingo de Adviento
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Isaías 63, 16b-17; 64, 1. 3b-8.
Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «nuestro redentor».
Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad.
¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!
Bajaste y los montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él.
Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos.
Estabas airado y nosotros fracasamos: aparta nuestras culpas y seremos salvos.
Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestra culpa.
Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.
No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes siempre nuestra culpa: mira que somos tu pueblo.
Pistas: Esta lectura es una oración. Primero recuerda cómo es Dios: “Eres nuestro padre”, “nuestro redentor”, “el alfarero”. Es el Dios que ama a su pueblo. Pueblo que ha pecado y se ha apartado de Él. Que padece sus propias equivocaciones. Y que a pesar de haber experimentado su amor, han visto su salvación, pero no han sido fieles. Como tú y yo. ¿Cuántas veces fracasamos y nos apartamos de sus caminos? ¿Cuántas veces nuestra justicia es como un paño manchado? ¿Cuántas veces sientes que tu vida se marchita o que tus culpas, tus errores, tus pecados… te arrastran como el viento?
Se dan cuenta de que todo esto es por no invocar Su Nombre ni aferrarse a Él. Y por eso su oración es: “Somos tu pueblo”, "obra de tus manos", "somos arcilla y tú el alfarero", "aparta nuestras culpas", "sálvanos".
“Ojalá rasgases el cielo y bajases”. Esto ¡ya ha sucedido! En Jesús. En el Espíritu Santo que habita en nosotros. Todo lo que el profeta Isaías dice de Dios se ve más claramente a través de Jesús y Él lleva estas palabras a otro nivel. Realmente se ha rasgado el cielo, Jesús ha llegado para hacer nuevas las cosas, ya no está oculto el rostro de Dios, porque Jesús lo revela plenamente. El poder de nuestras culpas ha sido vencido, con la muerte y resurrección de Jesús, con el poder y presencia del Espíritu Santo.
Por otra parte, el Evangelio de hoy nos invita a velar, a estar vigilantes y despiertos. Si necesitas a Dios, si tu Iglesia necesita a Dios, no esperes ¡Despierta! Invoca su nombre, ora, en Él hay salvación. Espera y confía en Dios, haz tuyas las palabras del profeta y ora con ellas. Aférrate a Dios, invócalo y verás las cosas cambiar.
Relee la lectura, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.