Domingo 13 de agosto
XIX domingo del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Mateo 14, 22-33
Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!
Pedro le contestó: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua. El le dijo: Ven.
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame.
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuanto subieron a la barca amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él diciendo: Realmente eres Hijo de Dios.
Pistas: La barca sacudida por las olas. Y Jesús está lejos. En medio de la noche se acerca caminando sobre las aguas. Pero, al verle, se asustan y creen que es un fantasma.
La barca es tu vida, es la Iglesia, es tu comunidad, es tu parroquia. Y, a veces, las dificultades hacen difícil el camino. Y Jesús parece que está lejos. Sólo ves fantasmas. Y si lo ves a lo lejos piensas que no es Él. Te asustas y te sientes perdido.
Pero, escucha y Jesús te dirá: Ánimo, soy yo, no tengáis miedo. Y ahora, en tu barca, Jesús te dice, Jesús nos dice: Ánimo, soy yo, no tengáis miedo. Y cuando Jesús sube a la barca, amaina el viento. Cruzarás la tempestad, navegarás hacía dónde Él te quiera llevar y hará crecer tu fe.
Y conforme crezca tu fe, podrás ir donde Jesús te llame. Como Pedro. Que se fió de Jesús y comprobó cómo lo imposible era posible. Por unos instantes experimentó cómo Jesús cambia las cosas, las transforma, les da un sentido nuevo, nos ofrece una vida plena. Pero, si dudas y te hundes de nuevo: llámale. Él extenderá su mano y te levantará. No te dejará solo y abatido. Él está contigo.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.