Domingo 12 de noviembre
XXXII domingo del tiempo ordinario
(Recuerda: 1. Pide el Espíritu Santo 2. Lee despacio y entiende 3. Medita qué te dice la Palabra de Dios 4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Mateo 25, 1-13
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: «¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!» Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: «Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.» Pero las sensatas contestaron: «Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.» Mientras iban a comprarlo llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: «Señor, señor, ábrenos.» Pero él respondió: «Os lo aseguro: no os conozco.»
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.
Pistas: Y las necias se durmieron sin estar preparadas. Les pudo la pereza. Hicieron las cosas de cualquier modo. Se olvidaron del aceite y no les importó. Prefirieron dejarse vencer por el sueño que tener encendida la luz de sus lámparas.
Dice el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium que una de las tentaciones del evangelizador es la acedia (pereza, flojedad) paralizante. Y esto nos vale para la vivencia de fe de todos los cristianos. La mayor amenaza, dice el Papa, «es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad». Se desarrolla la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo. Desilusionados con la realidad, con la Iglesia o consigo mismos, viven la constante tentación de apegarse a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se apodera del corazón como «el más preciado de los elixires del demonio».
Pero esto se puede vencer. ¿Cómo? Teniendo preparado el aceite para la lámpara. Ese aceite es la oración y los sacramentos, que mantienen viva la llama del Espíritu Santo. Es una vida como discípulo de Jesús que nos hace estar lejos de la oscuridad del pecado. Y si ésta nos empieza a vencer, nos anima a convertirnos de nuevo a Jesús. Esto se logra con la alegría de seguirle, descubriendo que nuestra vida puede ser plena en su amor.
Ten el aceite listo y la lámpara a punto. Porque Jesús viene a tu vida y podrás entrar con Él en su Reino eterno.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.