*Domingo 27 de junio*
*XIII domingo del tiempo ordinario*
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)
*Evangelio según san Marcos 5, 21-43*
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.» Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría.
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: «¿Quién me ha tocado el manto?» Los discípulos le contestaron: «Ves como te apretuja la gente y preguntas: «¿Quién me ha tocado?»»
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.»
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?»
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.»
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate>>.
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
*Pistas*: “Mi niña está en las últimas”. Podemos imaginar a un padre desesperado. ¿Cuántos caminos intentaría antes de acercarse a Jesús? Y ahí está, a sus pies, un jefe de una sinagoga rogando a Jesús.
“No temas; basta que tengas fe”. Los tiempos de Dios no son los nuestros, los caminos de Dios son misteriosos muchas veces… Puedes imaginar el sufrimiento de aquel hombre, la prisa, las dudas, la desesperación. Pero cree y espera. El amor le lleva a ello.
Por el camino: “¿Quién me ha tocado el manto?”. Una pregunta extraña, no viene a cuento… apretujado por curiosos y discípulos. Jesús se para. La mujer que sabe que es impura según la mentalidad judía, necesita a Jesús y tiene una fe tan grande que piensa: “tocaré su manto y quedaré sanada”. Había buscado muchos caminos, gastado todo, pero sólo había conseguido ponerse peor. (Una buena metáfora sobre lo que nos puede pasar a veces en la vida). Y al final, encuentra a Jesús, toca su manto y queda curada. Jesús la busca, no basta la curación, es necesario el encuentro: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”.
La niña ha muerto. “¿para qué molestar más al maestro?”. No creen, no esperan, porque parece imposible. Pero el que cree en Jesús verá cosas extraordinarias. Por eso Jesús le dice a Jairo: “No temas; basta que tengas fe”. “La niña no está muerta, está dormida”.
La mujer que tocó su manto lo encontró en la multitud y el bullicio. La niña y su familia necesitarán el silencio, que se vayan los que sólo hacen ruido y se lamentan. Y Jesús entra, echa a los que no creen, toma a la niña de la mano (fíjate que nuevamente aparece el elemento de la impureza para los judíos -la sangre en la mujer, la muerte en la niña- y Jesús supera todo eso y pone a la persona por delante), toma a la niña de la mano y le dice: “talitha qumi”. Levántate. ¡Cómo se les quedaría grabado aquello que hasta recuerdan las palabras textuales! Y dadle de comer. Porque hay que alimentarse, hay que seguir. No basta que Jesús te rescate de la muerte. Hay que ponerse en pie y alimentarse, seguir caminando.
Te invito hoy a hacer un ejercicio. Lee el Evangelio fijándote en los detalles (en los que hemos explicado o en lo que te llame la atención) dejando que Dios te hable a través de ellos. Jesús es la vida, es la paz, es la esperanza, es la salud, es la salvación, es la respuesta… Había muchos que necesitaban a Jesús, pero no se acercaron a Él.
A veces lo encontrarás en medio de la muchedumbre, otras veces necesitarás que se vayan los que sólo hacen ruido. Pero Él siempre se acercará si le abres la puerta, si le llamas, si tú decides que quieres que forme parte de tu vida. ¿Qué tengo que hacer’? ¿Sera difícil?… “No temas, basta que tengas fe”.
*Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.*