Sábado 18 de marzo
San Cirilo de Jerusalén, obispo y doctor de la iglesia
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.» El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.»
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.» Pero el padre dijo a sus criados: «Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.» Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: «Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.» Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: «Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.» El padre le dijo: «Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»»
Pistas: Al leer esta parábola hay algo dentro del corazón que se estremece, y nos remueve. La verdad escrita en nuestro corazón anhela lo que intenta explicarnos Jesús. Puedes encontrar en ella muchos caminos para dejar que Dios te hable.
El padre de la parábola es Dios, que te da sus bienes, te da la vida, te da tus talentos, todo lo que eres y lo que puedes llegar a ser. Si te pierdes, te espera. Si te vas lejos, te espera. Si vuelves, te abraza, te ama, te perdona, te hace fiesta, te da el anillo y las sandalias –vuelves a ser de la familia, aunque, en realidad, nunca dejaste de serlo-. Si eres el hijo mayor que vive amargado aunque esté en la casa, te invita a entrar de verdad, a amar de verdad, a alegrarte de lo que Él se alegra. Te dice que todo lo suyo es tuyo.
Jesús en esta parábola muestra que ser discípulos suyos, vivir como el Padre pide, no se trata de normas que son una carga pesada o de una moral impuesta desde fuera. Se trata de amor, de hogar, de familia… y, claro, eso implica un modo de vivir.
El hijo pequeño malgasta lo que tiene, desperdicia su vida, su tiempo y finalmente toca fondo. Recuerda la alegría del hogar, el amor del padre y vuelve. Piensa en qué te pareces a este hijo pequeño.
El hijo mayor se ha quedado. Pero parece que aunque trabaja, se esfuerza, es responsable… se siente vacío, siente que le falta algo, juzga a su hermano… Aunque está en el hogar no disfruta de ello. El hijo pequeño se dejó llevar por promesas falsas de felicidad y acabó casi destruido por el pecado. Pero el mayor lo tiene todo para ser feliz. Por eso ¿dónde estará su corazón para no poder serlo? Puedes pensar lo que tienes de hermano mayor.
Por último, Jesús nos dice: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. El padre de esta parábola nos enseña el modo de querer, el amor infinito del Padre por sus hijos, el modo de ser Iglesia. ¿En qué te pareces a él?
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.