Miércoles 6 de diciembre

Miércoles 6 de diciembre
San Nicolás, obispo

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Isaías 25, 6-10a

Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. —Lo ha dicho el Señor—. Aquel
día se dirá: «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte.

Pistas: El Señor preparará un festín. Arrancará el velo que impide recibir la salvación. Aniquilará a la muerte para siempre. Enjugará lágrimas y alejará la culpa. Él mismo en persona. “Aquí está nuestro Dios”. Vendrá a salvar, cumplirá las esperanzas, traerá gozo.
Este festín nos lo presenta el Evangelio de hoy en la multiplicación de los panes y los peces que Jesús realiza después de haber estado curando enfermos, cojos, ciegos y mudos. A través de Jesús Dios se revela, salva y trae gozo. Muchos le siguen. Unos, para que les cure. Otros, agradecidos. Y tres días después –nos cuenta el Evangelio- como no tienen qué comer, siente compasión. Pregunta a sus discípulos: “¿Cuántos panes tenéis?” y con lo poco que tienen da de comer a una multitud, “y comieron todos hasta saciarse”.
Pero yendo un paso más allá este “festín de manjares suculentos” es la Eucaristía, de la que esa multiplicación es signo. En la Eucaristía Jesús se entrega. En ella se actualiza (se hace presente todo el poder de) su muerte y resurrección, su victoria sobre la muerte. Participar de este banquete es recibir la salvación y anticipar el cielo. Dios mismo, en persona, el Esperado, se hace presente en la Eucaristía.
Y, si te acercas a Jesús, las palabras del profeta se harán realidad en tu vida: se arrancará el velo y podrás ver la salvación de Dios en tu vida y en el mundo. Podrás disfrutar de la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte. Él traerá alegría, enjugará tus lágrimas, te restaurará. Esto hacemos en la Eucaristía: celebrar y gozar porque Dios salva.
Vamos viendo que Dios cumple lo que promete, que su Palabra no falla y ésta es también para ti y para tu vida. Así que haz tuya esta lectura, léela mirando tu vida, tu fe, la Iglesia… y reza con ella, da gracias, alaba y pide a Dios.

Relee la lectura, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.