Miércoles 15 de febrero

Miércoles, 15 de febrero
VI del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 8, 22-26
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego pidiéndole que lo tocase.
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? Empezó a distinguir y dijo: Veo hombres, me parecen árboles, pero andan.
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado, y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a casa diciéndole: No se lo digas a nadie en el pueblo.

Pistas: Al igual que al sordomudo de hace unos días, Jesús saca al ciego de entre la gente, lo toca, y ora por Él. Queda sano. Hoy hay un detalle distinto: no es una curación instantánea sino progresiva.
Se parece a cuando uno empieza a tener fe. Otros le ayudan a acercarse a Jesús (es la Iglesia, la comunidad). Jesús le lleva de la mano mientras no ve. Necesita salir del ruido, del mundo, buscar un momento adecuado. Necesita también estar con Jesús, dejar que Jesús le toque y se acerque a su pobreza y sus pecados, a su ceguera. Al principio no sabe muy bien qué ve. Como al comienzo de la conversión, hace falta aprender, seguir rezando, seguir estando con Jesús. Pero después lo ve todo con claridad.
Por eso, si ves poco, si no ves, si tu fe está apagada… deja que la Iglesia te lleve a Jesús. Deja que Jesús te coja de la mano, te toque y te vaya ayudando a ver. No te desanimes si no lo ves todo claro. Tú sigue con Jesús. Cada día un paso más, algunas veces te parecerá que no avanzas mucho, pero al final lo verás todo con claridad.
Por último, Jesús muchas veces pide que no cuenten a nadie estas curaciones. No quiere que piensen en Él como en un milagrero o un mago. Porque su misión es otra: es ser el Mesías, traer el Reino, vencer al pecado y la muerte en la Cruz, y dar el Espíritu Santo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.