Martes 23 de enero

Martes 23 de enero
San Ildefonso, obispo

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Les contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y paseando la mirada por el corro, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.

Pistas: Seguro que en más de una ocasión, al leer este Evangelio, alguien nos ha asegurado que la familia de Jesús no es la que conocemos, sino que la formaban más miembros: sus “hermanos”. Y es que este relato necesita un contexto, el que proporciona situarnos en la sociedad de la época en la que vivió Jesús. La familia, ya desde el antiguo Israel, la conformaban más personas que las de los propios lazos de sangre. Cuantos más miembros eran, mayor protección se daban unos a otros, mayor seguridad en su sustento y más posibilidades de futuro tenían. Por eso la familia era un clan al que se sumaban parientes y más personas. Pero en la época de Jesús este concepto de clan estaba en crisis. El Imperio romano se estaba convirtiendo en un áspero recaudador de impuestos. Y además había que acoger y pagar el sustento de los soldados en las propias familias. Y a ello había que sumar lo que se pagaba al templo y unas normas de vida cada vez más férreas.
Muchas familias bastante tenían con sobrevivir. Y el mensaje de Jesús no está fuera de ese cambio social. Él cambia la perspectiva: la Palabra de Dios es para todos. Especialmente para los que viven cautivos de situaciones que aplastan a la persona y cuestionan hasta su mera supervivencia. Jesús tiene algo que decir a quienes se ven agobiados, sufren o se encuentran arrinconados por quienes ejercen el poder sin escrúpulos: Dios tiene un camino para ti. Y además no estás solo. Hay una comunidad que te acoge por encima de cualquier otro interés: la comunidad de los cristianos, de los hermanos en Jesús, de los hijos de Dios, de la familia en la fe.
Jesús nos invita a salir de nosotros mismos, de nuestra propia cerrazón y de nuestros propios problemas. Nos invita a que nos unamos a la comunidad de fe, a que conformemos la Iglesia en torno a lo que quiere Dios, que no depende de aspiraciones terrenales, sino que tiene su razón de ser fuera de lo mundano. Por eso, “El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”.
¿Y tú? ¿te centras únicamente en tus problemas o realidades, en tu individualismo? ¿o buscas en la comunidad de fe aliento de vida eterna?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.