Domingo 8 de abril
II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según san Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Pistas: “¡Señor mío y Dios mío!”.
El relato que has leído sitúa las apariciones del Resucitado en el primer día de la semana, en el domingo. Es el día de la Eucaristía, Y Jesús en persona aparece en la comunidad reunida. Tomás no está y no es capaz de creer hasta que, al siguiente domingo, se reúne con los otros discípulos.
Frente el miedo, Jesús trae paz. Frente a la tristeza, alegría. Están encerrados pero Él les envía, les da el Espíritu Santo y el poder para hacer lo que les pide. Jesús hace todo nuevo. Su presencia transforma las cosas.
Tomás se parece a nosotros: si no veo, si no toco… da igual que me lo cuenten. Da igual ver las cosas que Dios hace en la vida de otras personas. Da igual lo hermoso que es el mensaje de Jesús. Hasta que no te encuentres con Él, nada cambiará. Pero cuando experimentes que está cerca de ti -en tu corazón, en el hermano, en la comunidad, en la Eucaristía-, cuando experimentes que está vivo, serás dichoso y podrás proclamar: “¡Señor mío y Dios mío!”.
Tienes muchos temas para pensar y rezar en este Evangelio: El domingo, la Eucaristía, la comunidad, la fe, el encuentro con Jesús, el testimonio de aquellos que le vieron morir y le encontraron resucitado.
Y todo esto, para que puedas creer en Jesús, para que puedas descubrir quién es: el Mesías –el que Dios había prometido-, el Hijo de Dios –Dios y hombre-. Y aquel en cuyo nombre hay vida para los que creen en Él. Relee el Evangelio y reza con él.