Domingo, 4 de junio
Solemnidad de Pentecostés
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Juan 7, 37-39.
El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús en pie gritaba: El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí que beba. (Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva). Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
Pistas: Pentecostés. Hoy celebramos el acontecimiento que puso en marcha la Iglesia. He elegido el Evangelio de la Víspera porque es una invitación: ¿Tienes sed? ¿quieres descubrir en tu vida todo lo que hemos estado celebrando y anunciando en Pascua? Jesús ya ha sido glorificado: ¿Quieres que sus promesas se hagan realidad en tu vida? Acude a Él y llénate del Agua Viva. Acude a Jesús y llénate del Espíritu Santo.
Esta invitación no es para una élite de elegidos. Jesús lo promete para todo el que crea en Él. Jesús glorificado, por medio de su humanidad rebosante del Espíritu Santo, nos da acceso a la vida divina. Jesús, te “grita” -te dice con todas sus fuerzas- que acudas a Él y bebas. Entonces, llenará tu ser, saciará tu sed de plenitud, de libertad, de felicidad, de amor, de verdad, de vida… Dios no es una teoría. Se le descubre entrando en relación con Él. Y el Espíritu Santo es Dios llenando tu ser. El Espíritu Santo no fue una teoría en la vida de Jesús, y lo demostró al resucitarlo de entre los muertos y glorificarlo.
Dios siempre, siempre, cumple lo que promete. ¿Qué te dice a ti personalmente este Evangelio? Ora fervientemente para que venga su Espíritu a ti y a la Iglesia.
No hubo un solo Pentecostés. Si lees el libro de los Hechos de los Apóstoles descubrirás que forma parte de la vida de la Iglesia. Hoy lo necesitamos nuevamente. En la Iglesia y en la vida de cada uno de nosotros. Y, entonces, de la Iglesia y de tu interior brotarán ríos de agua viva. ¡Ven, Espíritu Santo!
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.