Domingo 28 de abril

Domingo 28 de abril
II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia

(Recuerda:

  1. Pide el Espíritu Santo
  2. Lee despacio y entiende
  3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
  4. Ora, respóndele al Señor
  5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Pistas: Algo nuevo está surgiendo. En medio del miedo y de las dudas encontramos a la comunidad que se reúne como Jesús les había mandado. Y Él mismo se hace presente (el primer día de la semana, el domingo). Les trae la paz, se llenan de alegría al reconocerle. Les hace experimentar que es Él. El Resucitado no borra el paso por la pasión y muerte, les muestra las marcas. Porque así es en la vida, siempre nos quedan las marcas del sufrimiento y del mal, pero Jesús hace todo nuevo, son signo de la victoria de Dios. Jesús les envía, les da una misión, y les da el Espíritu Santo.
Todos creen, menos uno que no estaba en la comunidad. Escuché hace poco que lo que le faltó a Tomás para creer a sus compañeros fue verles más convencidos. Ver la alegría, la valentía, la fuerza del Resucitado en los que ya se habían encontrado con Jesús. Y esto me hace pensar en la Iglesia. ¿Cuántos “tomases” hay entre nosotros que no ven la alegría del Resucitado y se llenan de dudas? o ¿cuántas veces nuestras palabras y nuestro testimonio no servirá hasta que otros puedan encontrarse con Jesús?
Y, Jesús, a pesar de todo, se hace presente en la comunidad reunida, en la Iglesia. Ahí, Tomás puede encontrarse con Jesús. Y nace la confesión de fe: “Señor mío y Dios mío”. Encontrándose con Jesús surge la fe.
Por último, encontramos la finalidad del Evangelio: hay mucho más que se podía haber contado, pero esto es para que “creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”. De esto se trata, de descubrir quién es Jesús y recibir y responder al don de la fe. Y así tener vida.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.