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I Domingo de Adviento

Evangelio según San Mateo 24, 37-44.

Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada. «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre

XXXI Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio según San Mateo 23,1-12. 
Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:
«Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés;
ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen.
Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos;
les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas,
ser saludados en las plazas y oírse llamar ‘mi maestro’ por la gente.
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar ‘maestro’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos.
A nadie en el mundo llamen ‘padre’, porque no tienen sino uno, el Padre celestial.
No se dejen llamar tampoco ‘doctores’, porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros,
porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».

REFLEXIÓN:

“No llaméis a nadie padre, porque solo uno es vuestro padre, Dios. No llaméis a nadie maestro, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías”. Todos los demás somos hermanos!!

Como vemos en el evangelio de hoy, de todos se puede aprender algo incluso de los que están haciendo mal las cosas, de esos aprendemos que no tenemos que ser así.

Tenemos que ser coherentes en el pensar, en el hablar y en el actuar. La gran mentira que se abre camino en medio de nuestra sociedad, es que si uno dice una mentira muchas veces parece que se convierte en verdad. No es así, la mentira por muy popular que sea, siempre es mentira y la verdad, verdad.

Este engaño esta tan extendido que terminamos pensando que lo importante son las palabras, pero las palabras si no van acompañadas de actos, son palabras bacías, “vanas” sin contenido. También así puede ser nuestra relación con Dios, vana, porque nuestro practicar se convirtió en un practicar exterior, hasta tal punto, que los que no se acercan a la vida de la Iglesia, se consideran cristianos no practicantes. Cuando un cristiano no practicante no es el que no viene a la Eucaristía, es aquel que aún viniendo a la Eucaristía no vive según el evangelio, no vive ni intenta vivir con los valores de Jesús.

Tenemos que hacer un buen examen de conciencia porque quizás también nosotros seamos fariseos, no solo en nuestra relación con Dios sino en nuestra relación con los hermanos o en nuestra relación con las personas que están más cerca de nosotros. ¿Cuántas veces decimos con nuestras palabras lo contrario que con nuestros actos?

Si no practico la misericordia, el amor, la justicia, ¿podre decir que soy cristiano?. Aunque practique cada domingo, si mi corazón está endurecido por vivir mi fe de una manera rígida y sin posibilidad de permitir errores, no estoy siendo del grupo de los seguidores de Jesús de Nazaret. Por eso es tan importante que hagamos un buen examen de conciencia, como decía San Ignacio, ver el mal en el mundo, ver el mal a mi alrededor y ver el mal en mis actos malos, pedir perdón y poner la misericordia de Dios que está sobre mi, sobre las personas que están a mi lado y así no buscaré ser el primero, sino ser aquel que es capaz de servir amando, como mi amigo y maestro Jesús.

Feliz domingo

Solemnidad de la Transfiguración del Señor

Evangelio según San Mateo 17,1-9. 
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo».
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo».
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

Domingo de la Divina Misericordia

Evangelio según San Juan 20,19-31.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!». El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré».
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe».
Tomas respondió: «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!».
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Reflexión:

Terminamos este domingo la octava de Pascua, ocho días como uno, y se nos lanza una gran pregunta… ¿Sois testigos de Cristo resucitado? Ya no hablamos de los signos, expulsareis demonios, hablaréis lenguas nuevas… de los que se nos habla en (Mc 16,17).

Es otra cosa más sencilla la que leemos hoy, «lo tenían todo en común» y… «cada día se les agregaban más» «estaban felices».

Quizás nuestra reacción es más como la de Tomás, si no lo veo no lo creo, pero aún viendo ¿somos testigos de lo que vimos y vivimos? Ser testigo no es únicamente contar nuestra experiencia sino que nuestra manera de vivir hable de nuestra experiencia.

Si no sabes si tienes la experiencia De Dios en tu vida puede ser por dos causas. 1 que realmente no la tengas. 2 que te olvidases de que la tienes.

¿Que tengo que hacer?

1 Revisa tu historia buscando el paso De Dios, seguro que encontrarás muchas ocasiones en las que Dios paso por tu vida. Y si eso no es suficiente… 2 Haz como Tomás, pídele al Señor aquello que necesitas ver o sentir para de verdad creer. «…y no seas incrédulo, sino creyente»

Si yo digo… «Señor mío y Dios mío» después de encontrarme con el resucitado, el mundo cambia y yo comienzo a ser Testigo, lo que tengo lo que descubrí o experimente, no es sólo para mí, es para compartir con los demás.

San Juan Pablo II instauró en este domingo el domingo de la Divina Misericordia. Dios nos hace misericordia viniendo a nuestra realidad para transformarla, al igual que nosotros cristianos estamos llamados para hacer misericordia con este mundo, que necesita de testigos, necesita que nosotros seamos signo para creer.

Feliz Domingo de Resurrección feliz Domingo de la Divina Misericordia

VIII Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio según San Mateo 6,24-34.
Dijo Jesús a sus discípulos:
Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?
¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.
Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.
Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
No se inquieten entonces, diciendo: ‘¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?’.
Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.
No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.

REFLEXIÓN:

“Yo no te olvido” Is. 49,14-15

El profeta pone en la boca de Dios estas palabras que deberíamos tener grabadas en la memoria constantemente, porque es muy fácil pensar que el Señor se olvida de mí, de mis problemas, de mis circunstancias, de mis dificultades… ¿No será que soy yo el que me olvido de Él?

Nos metemos en un montón de problemas con una facilidad tremenda y lo hacemos por la falacia mundana de “necesitas”. Necesitas coche, moto, coche nuevo, piso, casa, viajes, más viajes, cosinas que ponerte, cosinas que regalar…. NECESITAS ¿NECECITAS?

No se pueden servir a dos amos a la vez, o a Dios o al dinero. Vivimos una vida hipotecada, quizás a un interés bajo, pero hipotecada. ¿Para qué queremos tanto? ¿si soy amado necesito más?

¿A quién pertenezco? ¿Quién es mi señor? No podemos ser solo cristianos cuando venimos a la Eucaristía o a las cosas de la parroquia. Soy Cristiano Siempre!!! Y ¿Qué es lo que creo tener o poseer? Todo es de Dios, todo nos ha sido confiado no es nuestro, prueba de ello es que venimos al mundo con lo que tenemos, desnudos. Si todo es de Dios y el sabe lo que necesitamos, ¿no nos dará todo lo que podemos necesitar? “si tu hijo te pide pan, ¿le darás una serpiente?(…) cuanto más vuestro padre que está en los cielos…”

Otra cosa que solemos olvidar es que las personas siempre son más importantes que las cosas. Claro que son necesarias las cosas y el dinero, pero no podemos buscarlas con ansia pasando por encima de todo y de todos. Olvidamos lo imprescindible y es que necesitamos amar y descubrirnos amados. Sabemos que somos amado por Dios, pero ¿lo hemos experimentado? ¿Hemos sentido en nuestro interior que somos amados en plenitud? Y si nos descubrimos amados ¿cómo no podemos amar? Y hablo de amar a las personas, que ya se de sobra que alguno parece que está enamorado de su coche de tanto que lo mima. Los demás no son instrumentos, herramientas y nosotros tampoco. Yo no valgo por el servicio que doy, o por el capital que produzco, yo valgo porque soy imagen de Dios, IMAGEN AMADA DE DIOS.

La preocupación desmedida por nuestro futuro es el fruto de la desconfianza en un Dios que llena de belleza hasta las flores que sólo viven un día. Me preocupo porque mi salvación sólo depende de mi y eso como ya hablamos la semana pasada, es mentira. La clave es vivir en el presente, frente a un pasado que ya pasó y un futuro que no existe, “cada día tiene su afán” y en ese afán diario tenemos que perder el tiempo en las personas que el Señor nos regala, no podemos pasar más tiempo trabajando y con la tele que con los nuestros. Vivamos en una acción de gracias constante, por las personas que hay en nuestra vida, por el día (hoy precioso), por la lluvia, por la abundancia, por la necesidad y sobretodo, por ser inmerecidamente amados por Dios.

Feliz Domingo

IV Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio según San Mateo 5,1-12.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.»

Santa María, Madre de Dios

Evangelio según San Lucas (2,16-21):

EN aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Natividad del Señor

Evangelio según San Juan (1,1-18):

EN el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio d él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

II Domingo de Adviento

Evangelio según San Mateo 3, 1-12

Por aquellos días aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos.» Este es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: «Tenemos por padre a Abraham»; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.»