Viernes, 8 de junio
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según san Juan 19, 31-37
En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»
Pistas: Hoy, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, leemos este duro relato. Jesús crucificado, muerto ya, es atravesado por la lanza del soldado. En palabras del papa San Juan Pablo II: “El Evangelista habla solamente del golpe con la lanza en el costado, del que salió sangre y agua. El lenguaje de la descripción es casi médico, anatómico. La lanza del soldado hirió ciertamente el corazón, para comprobar si el Condenado ya estaba muerto. Este corazón —este corazón humano— ha dejado de latir. Jesús ha dejado de vivir. Pero, al mismo tiempo, esta apertura anatómica del corazón de Cristo, después de la muerte —a pesar de toda la «crudeza» histórica del texto— nos induce a pensar incluso a nivel de metáfora. El corazón no es sólo un órgano que condiciona la vitalidad biológica del hombre. El corazón es un símbolo. Habla de todo el hombre interior”.
Es el corazón abierto de amor. Éste es el símbolo del Evangelio de hoy. Un corazón abierto que simboliza toda la vida de Jesús y que alcanzará un sentido pleno en su resurrección cuando Jesús se convierta en el camino hacia Dios, en el mediador del Amor de Dios, del Espíritu santo. Es un corazón que se abre para que todos puedan entrar. Un corazón del que brota agua y sangre (los padres de la Iglesia hablan de los sacramentos). Un corazón que ha cumplido las promesas de Dios: Jesús es el Mesías prometido, el que revela a Dios. Un corazón al que hay que mirar para encontrar salvación. Es un corazón que fue abierto porque llama e invita.
Hay una jaculatoria que se repite estos días: “Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo”. Jesús ¿quién eres? ¿qué quieres decirme? ¿qué caminos abres ante mí? Mírale, rézale, encuéntrate con Él y deja que la fuerza de ese encuentro, la fuerza de su amor, te transforme.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.