Viernes 23 de marzo
Santo Toribio de Mogrovejo, obispo
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según san Juan 10, 31-42
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?»
Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.»
Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: «Yo os digo: Sois dioses»? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.»
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.» Y muchos creyeron en él allí.
Pistas: El Evangelio de ayer terminaba con Jesús diciendo: “Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo”. Los judíos no son capaces de asomarse al misterio que se revela en Jesús, pero tampoco quieren. Se cierran en banda. Más aún, quieren matarlo por blasfemo. Ni las obras ni las palabras de Jesús les convencen. Jesús se pone por encima de nosotros: “El Padre está en mí y yo en el Padre”. Realmente en el lenguaje de Jesús se ve que Él tiene conciencia de ser igual que Dios. Y esto les escandalizó.
Quizás en tu propia vida, en la sociedad en la que vivimos, también tenemos nuestros propios prejuicios y la figura de Jesús sigue escandalizándonos. Cuántas cosas buenas hace la Iglesia -que continúa la obra de Jesús- y cuántos también quieren hoy quedarse sólo con esas acciones pero rechazan la fe, a Dios y la moral. No admiten que en la Iglesia se encuentre a Dios y que ésta haga la obra de Dios en el mundo. Por supuesto, hay una diferencia. En Jesús no hay pecado, en los hombres que forman la Iglesia si y a veces oscurecen la identidad de ella. La Iglesia es santa en cuanto continúa la obra de Cristo con el poder del Espíritu Santo, pero está formada por hombres débiles y pecadores.
Puedes seguir orando haciéndote las preguntas: ¿Quién es Jesús? ¿qué nos enseña? y adorarle, alabarle, reconocerle como el Señor. También darte cuenta que no basta sólo con ser buenos y hacer buenas obras. Se trata también de encontrar la verdad (como en la palabra de Juan bautista). Se trata de encontrar a Dios.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.