Viernes 22 de diciembre
III semana de Adviento
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
1 Samuel 1, 24-28
En aquellos días, cuando Ana hubo destetado a Samuel, subió con él al templo del Señor, de Siló, llevando un novillo de tres años, una fanega de harina y un odre de vino. El niño era aún muy pequeño.
Cuando mataron el novillo, Ana presentó el niño a Elí, diciendo: «Señor, por tu vida, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti, rezando al Señor. Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición. Por eso se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo.»
Después se postraron ante el Señor.
Pistas: Ana reconoce que Dios es grande y hace maravillas. Agradece el don de Dios y no se lo apropia sino que lo reconoce y lo pone al servicio de Dios que se lo ha dado. La lectura de Samuel continúa con el Salmo que se lee en la misa: “Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por Dios…” y le alaba porque levanta a los humildes y a los pobres, porque salva a los que lo necesitan y humilla a los poderosos y soberbios. Porque hace fértil a la estéril, levanta del polvo al desvalido, da pan al hambriento…
Esta actitud recuerda a la de María en el canto del Magnificat ("Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador…") en el que alaba a Dios por sus obras, por su misericordia, porque actúa con poder en ella y en el pueblo para salvarlos.
La Navidad tiene que ser también un canto de alabanza a Dios por sus maravillas. Un momento de festejar y celebrar. Y la lectura de hoy nos da una clave: agradecer el don, pero poniéndolo al servicio de Dios. Festejar y celebrar que Jesús nace, pero precisamente para que nazca de verdad en nuestra vida, en nuestro mundo, en nuestra iglesia. Para que el don que Dios nos hace alcance en plenitud nuestra vida y la de todos los hombres.
En estos días acércate a Dios y alábale, dale gracias, contempla el misterio, medita qué significa y que implica para ti y para el mundo que el Hijo de Dios viene a salvar. Prepara el camino al Señor.
Relee la lectura, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.