Viernes 16 de marzo
IV semana de cuaresma
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según san Juan 7, 1-2. 10. 25-30
En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene.»
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado.»
Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.
Pistas: El Evangelio de San Juan transmite muy claramente la idea de que Jesús se entrega voluntariamente a la muerte y que esta muerte es redentora, es salvadora. Todo encaja en el plan de salvación de Dios. Aunque la cruz sea un misterio y en muchos sentidos un escándalo, a través de ella Jesús vencerá al pecado, al mal, al demonio y a la muerte. Y aunque no podamos entenderlo ni verlo, en muchas ocasiones este mundo va hacia la plenitud. Los hombres tienen sus planes y el mal cree que vencerá. Pero, al final, sólo lograrán hacer la voluntad de Dios. Y cuando parece que el mal es más fuerte, Dios sale victorioso. Como sucede en le cruz y en la muerte de Jesús.
San Juan habla de la hora de Jesús refiriéndose al momento de su muerte y mostrando que esto no escapa al plan de Dios. Es necesario que se cumpla lo previsto para que Jesús sea glorificado. Cada momento de la pasión se explicará definitivamente con el triunfo sobre la muerte.
También se enfrenta Jesús hoy a la idea de Mesías que tenían muchos judíos de su tiempo. No son capaces de reconocer a Jesús y, por tanto, de encontrarse con Dios. Sus prejuicios, su idea de cómo deben ser las cosas, les impide reconocer la verdad que se revela en Jesús. Es más, prefieren vivir en la oscuridad que acercarse a la verdad de Jesús y a Dios.
Puedes rezar con estas dos ideas: la historia, la del mundo y la tuya propia, está en manos de Dios. Pase lo que pase, de un modo que no podemos entender. Y tus ideas preconcebidas quizás estén enfriando tu fe o apartándote de Dios. Jesús da testimonio de la verdad. Así pues, acércate a Jesús tal como eres y deja que te muestre la verdad, aunque te contraríe y tenga que hacerte cambiar.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.