Viernes 1 de junio

Viernes 1 de junio
San Justino, mártir

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 11, 11-26
Después que la muchedumbre lo hubo aclamado, entró Jesús en Jerusalén, en el templo, lo estuvo observando todo, y, como era ya tarde, se marchó a Betania con los Doce.
Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas, y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: Nunca jamás coma nadie de ti. Los discípulos lo oyeron.
Llegaron a Jerusalén, entró en el templo, se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo. Y los instruía diciendo: ¿No está escrito: Mi casa se llama Casa de Oración para todos los pueblos? Vosotros en cambio la habéis convertido en cueva de bandidos. Se enteraron los sumos sacerdotes y los letrados, y como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su enseñanza, buscaban una manera de acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad.
A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.
Jesús contestó: Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: «Quítate de ahí y tírate al mar», no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas.

Pistas: Es muy sorprendente este Evangelio. Marcos enmarca el relato del enfrentamiento de Jesús con los que comerciaban en el templo dentro de la higuera que se seca. El templo es como esa higuera, no da el fruto que tiene que dar. Tiene hojas, apariencia, pero no alimenta. El fruto es la oración y la fe. El fruto es la conversión y el perdón. Por eso instruye a sus discípulos sobre ello.
Puedes aprovechar este relato para pensar en tu comunidad, en la Iglesia que tú formas: ¿cómo es? ¿da fruto? ¿o es sólo apariencia? ¿alimenta, da fe, enseña a orar?
La fe lo cambia todo. Hace que se pueda dar fruto. La oración tiene poder y tiene consecuencias en la vida. La oración puede cambiar las cosas porque la relación con Dios cambia las cosas. Pero no es una rutina. Es una conversación, es un modo de relacionarte con Dios, de alabarle. Por ello, revisa hoy en qué punto está tu vida de oración, cuánto tiempo y de qué calidad dedicas a rezar. Y te invito a que un día más te acerques en oración, dejes que ésta transforme tu vida y te llene del Espíritu Santo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.