Sábado 27 de enero

Sábado 27 de enero
Santa Angela de Merici, virgen

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 4, 35-40

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: Vamos a la otra orilla. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.
Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate! El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? Se quedaron espantados y se decían unos a otros: ¿Pero, quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

Pistas: ¿Quién es éste?
¿Quién es Jesús de Nazaret? ¿Quién es este hombre? Y cada día, al rezar con la Palabra de Dios, vas encontrando la respuesta. Por eso es tan importante el tiempo que dedicas a descubrir y aprender quién es Jesús, y a establecer una relación con Él. La respuesta no sólo es de un conocimiento meramente intelectual (como nos sucede al conocer a cualquier persona) sino afectivo y relacional, emocional… Y sin esta dimensión no se puede hablar de amistad o de relación. Por eso, responder a la pregunta ¿quién es éste? implica estar con Él, hablarle y escucharle, seguirle, embarcarse en aventuras con Él.
Si dejas entrar a Jesús en tu vida, si Él va contigo en la barca, si está cerca, puede que las cosas se compliquen. Puede que parezca que va dormido (piensa en los malos momentos de tu vida, en las oraciones que aparentemente no han sido escuchadas…), incluso que parezca que la barca se hunde, que la historia se acaba, que vas a fracasar o perderte… Pero Él va contigo y tiene poder. No desesperes aunque tu situación no sea fácil. Él no te abandonará.
Y tú ¿tienes fe? Sé valiente y pregúntate: ¿quién es éste? Y síguele para descubrirlo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.