Sábado 18 de noviembre

Sábado 18 de noviembre

La Dedicación de las Basílicas de los Santos Pedro y Pablo, apóstoles

(Recuerda: 1. Pide el Espíritu Santo 2. Lee despacio y entiende 3. Medita qué te dice la Palabra de Dios 4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 18, 18

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario»; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara».
Y el Señor añadió: Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche? ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar.
Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

Pistas: ¿Encontrará esta fe en la tierra? ¿encuentra esa fe en ti y en mí?
La fe es un don y hay que pedirla. ¿Cómo es tu oración? Hay oraciones “egoístas”, las que hablan sólo de mis necesidades. Se parecen a listas de deseos. Hay oraciones impresionantes, muy bien hechas, que quizás esconden orgullo y arrogancia. Hay oraciones que esperan que Dios sea una varita mágica o que esperan conseguir cosas a cambio de nuestros sacrificios, nuestro tiempo, nuestro ser buenos… ¿Cómo es tu oración?
Fíjate en el texto de hoy. El juez tiene que hacer justicia y eso es lo que la viuda le pide. Que haga lo que tiene que hacer. Persevera pidiéndole eso y finalmente el juez actúa como tal. Ahora piensa en Dios. ¡Cómo va a darte Dios largas! Pero a veces parece que es así… Persevera. Dios no falta a su palabra. Él te hará justicia, te salvará, te dará su gracia y su amor. Con el mismo poder de la resurrección de Jesús que transforma todo.
La viuda pide justicia al juez. Entra en la presencia de Dios contemplando quién y cómo es Dios. Fíjate que diferencia hay entre estas dos oraciones: 1) Señor te pido por esto y aquello que necesito o me preocupa (en donde te miras a ti mismo y tus necesidades) y 2) Señor, te alabo porque eres grande y poderoso, porque tu amor es eterno y miras con misericordia a todos, eres el Dios de la historia…. Mírame, Señor, mira esta situación, te presento esto y aquello… En donde me estoy recordando a mí mismo que Dios tiene todo bajo control, que es más grande y poderoso que cualquier situación. La historia, mi vida, todo está en tus manos. Miro a Dios y a mi vida desde Él.
Para rezar no es necesario hacer cosas extraordinarias, pero te propongo unas pautas: Pide el Espíritu Santo, alaba y bendice, ponte en su presencia con humildad. Reconoce quién eres. La verdad de tu vida: un pobre y débil pecador; pero hijo de Dios, salvado y lleno del poder del Espíritu Santo. A continuación, confía en Dios, pídele lo que necesitas, porque la oración transforma las promesas de Dios en obras. Y, por último, ora con peticiones concretas. Porque “la gloria del Padre es que demos mucho fruto” Jn 15. Cuanto más oremos por algo, más clara es nuestra oración. Dios quiere que aclaremos nuestras necesidades y nuestros deseos.
Por tanto, persevera en la oración. Y, no dudes, tu vida cambiará, todo cambiará.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.