Miércoles 07 de junio
IX semana del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Marcos 12, 18-27
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:
Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano» Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
Jesús les respondió: Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios.
Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo.
Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: «Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob»? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.
Pistas: En tiempo de Jesús los saduceos son un sector aristocrático y sacerdotal del judaísmo, más conservadores en el terreno religioso que los fariseos. Rechazaban la Torah oral y las creencias, relativamente recientes, sobre la resurrección y la inmortalidad. Pensando así os podéis imaginar cómo vivían: el dinero, el poder, la posición social… ocupaban un lugar muy importante en su vida porque no creían que hubiese nada después.
Jesús les dice que no entienden la Escritura ni el poder de Dios. Ellos van con ironía a hablar con Él. Y no les responde con un argumento filosófico o con una complicada reflexión. Sino mirando a la revelación de Dios: “El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Ex 3,6). Es un Dios de vivos.
Esta afirmación de Jesús sobre la resurrección y la vida eterna alcanza su pleno sentido cuando Él mismo es resucitado venciendo a la muerte. Este acontecimiento es el que nos hace repetir: “No es Dios de muertos, sino de vivos”. También aquí y ahora, en tu situación personal es el Dios que da vida, que libera, que salva, que sana. Y su salvación, la vida que Dios da, el Espíritu Santo que habita en ti, es algo tan grande, tan profundo, tan verdadero que se abre a la eternidad con Dios.
Jesús inaugura un tiempo nuevo en el que la vida vence. Su triunfo es el nuestro. Su pasión, nuestra esperanza. Su resurrección, nuestra garantía.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.