Miércoles 17 de enero

Miércoles 17 de enero
San Antonio, abad

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 3, 1-6
En aquel tiempo, entró Jesús otra vez en la sinagoga y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenía la parálisis: Levántate y ponte ahí en medio. Y a ellos les preguntó: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir? Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: Extiende el brazo. Lo extendió y quedó restablecido.
En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.
Pistas: Jesús intenta que puedan comprenderle. Les da la oportunidad para pensar y elegir. Pero a esos hombres ya no les importa la verdad. Sólo sus propios intereses. Sólo saben que Jesús les molesta, porque les interpela. Les hace cuestionarse su manera de vivir y no están dispuestos a consentir que las cosas cambien. Ellos han construido una religión a su medida en la que lo importante no es Dios. Por eso, quieren quitarlo de en medio y desacreditarlo. De hecho, su miedo y odio hacia Él hacen que enemigos como los fariseos y los herodianos se pongan de acuerdo contra Jesús.
Su religiosidad les impide descubrir a Jesús y conocer su voluntad. Es más, ellos, que aseguran creer en Dios y querer vivir religiosamente, lucharán contra el Hijo de Dios.
Los Evangelios de estos días nos hacen ir a la raíz de la vivencia religiosa. Es decir, acudir al encuentro con Jesús, al encuentro con Dios, que lleva a amar a los demás, a buscar el bien y la verdad por encima de cosas externas, de normas, de costumbres… Porque ser cristiano es encontrarse con Jesús y aprender su forma de entender la realidad y de actuar.
Y tú ¿cómo estás siguiendo a Jesús?
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Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.