Martes 7 de noviembre

Martes 07 de noviembre
XXXI semana del tiempo ordinario

(Recuerda: 1. Pide el Espíritu Santo 2. Lee despacio y entiende 3. Medita qué te dice la Palabra de Dios 4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 14, 15-24
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: ¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!
Jesús le contestó: Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: Venid, que ya está preparado. Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor. Otro dijo: Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir.
El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos. El criado dijo: Señor, se ha hecho lo que mandaste y todavía queda sitio.
Entonces el amo dijo: Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se me llene la casa. Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.

Pistas: El banquete del Reino de Dios es la salvación. Los primeros invitados rechazan la invitación. Esto, en la mentalidad de la cultura en la que vivió Jesús, era una grave ofensa contra la amistad del que invitaba. La verdadera razón de las excusas parecen ser las riquezas y placeres de la vida, el propio interés y el no darse cuenta de que más importante que todas esas justificaciones es lo que se les ofrece. El pueblo de Israel rechaza la invitación que llega a través de Jesús. Sólo la acogen unos pocos, y muchos de ellos son los desechados por la sociedad (pobres, lisiados, enfermos). Finalmente sale fuera de la ciudad, a los caminos, a invitar a todos. No sólo el pueblo elegido, los judíos, son los destinatarios de la invitación del Mesías, sino todos.
“Insísteles hasta que entren y se me llene la casa”. Que todos disfruten de la salvación. Que la Iglesia sea este recinto lleno, el hogar donde se celebra el banquete que perdura en la eternidad, en el cielo. Fue lo que hizo Jesús: insistir, invitar a todos, llamar a todos de todas las maneras posibles. Y es lo que el Espíritu Santo continúa haciendo en la Iglesia y también en tu corazón si le dejas. Es más, te necesita a ti, para que primero vayas al banquete y para que invites a otros a disfrutar de la vida plena de Dios.
Ésta es la Iglesia que tenemos que construir, la que va a los cruces de los caminos y no se cansa de invitar, de llamar, de acoger. La que quiere estar llena y acepta a todos los que responden. La Iglesia que busca a los pobres, a los apartados de la sociedad, a los que nadie quiere, y los acoge. Esa Iglesia la construyes tú, que has conocido la Palabra de Dios, siendo discípulo de Jesús y con la fuerza del Espíritu Santo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.