Martes 30 de enero

Martes 30 de enero
IV semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: ¿Quién me ha tocado el manto? Los discípulos le contestaron: Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: «¿quién me ha tocado?» El seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: No temas; basta que tengas fe. No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: ¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar ─tenía doce años─. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Pistas: Puede ayudarte a rezar imaginarte la escena que se describe hoy. Jesús va con sus discípulos y se le acerca mucha gente. En medio aparece un jefe de la sinagoga, es decir, un judío destacado. Se le acerca para interceder por su hija. Sabe los milagros que Jesús hace y le pide por su la niña, que está muy enferma. Por el camino, una mujer también muy enferma se acerca a Jesús, y al tocarlo, por la fe que tiene, queda curada. Esta mujer había gastado todo lo que tenía intentando curarse y nada había cambiado.
Pero después de encontrarse con Jesús, todo cambia para ambos. Porque cuando Jesús llega a la casa de Jairo y parece que ya nada hay que hacer, creen y lo imposible se hace posible. Aquella niña que estaba muerta, se pone en pie y echa a andar. Y la mujer enferma pone asimismo toda su esperanza en Jesús. Cree en su poder, en que que sólo con tocarlo su mal se irá. Y así sucede.
La clave es la fe. La fe es la que alcanza el milagro. La fe mueve a las personas a buscar a Jesús y a Él a responder con poder. Parecen cosas imposibles, pero cuando Jesús aparece, todo cambia. Ambos acuden con humildad a Jesús: un jefe de la sinagoga (cuya actitud contrasta con la de otras autoridades judías) y una mujer que padece flujos de sangre (por tanto, impura en la mentalidad judía). La respuesta de Jesús es: no temas, cree, ten fe. Porque en él hay salvación y vida.
Jesús no tira la toalla. No lo hagas tú.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.