Martes 01 de agosto
San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Mateo 13, 36-43
En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.
Los discípulos se le acercaron a decirle: Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.
El les contestó: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
Pistas: Los amigos de Jesús pueden hacer esto: preguntarle, escucharle. Esto es la oración y el grado de intimidad que Jesús quiere tener con sus discípulos. Se ha ido a su casa y allí, deja que sus discípulos le pregunten y estén con Él. Es lo que estas pistas intentan ofrecerte cada día: la oportunidad de estar con Jesús, preguntarle, escucharle, que te explique…
La parábola de la cizaña señala que el juicio lo hará el Hijo del hombre, lo hará Dios, al final de la historia. Él separará a los justos de los corruptores y malvados (la buena semilla, de la cizaña). No te toca a ti ahora mirar la planta y decir: éste es bueno, éste es malo. Mírate a ti mismo y pregúntate: ¿Mi vida da fruto de buena semilla o de cizaña? (esto no va de la vida de mi vecino, sino de la mía).
Esta parábola nos hace caer en la cuenta de que también en la Iglesia siempre habrá cizaña mezclada con la buena semilla. Si esperas a la Iglesia perfecta, a la comunidad perfecta… nunca harás nada. Nunca crecerás, nunca darás fruto y la cizaña te envolverá. Y nos hace pensar también en la seriedad de la libertad que Dios nos ha concedido. Puedes ser buena semilla o cizaña. Por eso, no da igual vivir de un modo o de otro. Es una llamada a la conversión, a hacer crecer la luz en tu vida (para brillar como el sol).
“El que tenga oídos, que oiga”. Tienes la Palabra de Dios que te anuncia la verdad… Pero no servirá de nada si no oyes, si no escuchas, si no trabajas para ser ciudadano del Reino. ¿Qué vas a hacer?
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.