Lunes 3 de julio

Lunes 3 de julio
Santo Tomás, apóstol

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según san Juan 20, 24-29

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

Pistas: Me da un poco de envidia Tomás. Duda y el Señor le da una prueba. Pero me consuela el final del Evangelio: “Dichosos los que crean sin haber visto”. Esos somos tú y yo. Nosotros somos llamados a la fe por el testimonio de aquellos que vieron al Señor. Creemos por el testimonio de Tomás y los Apóstoles y los demás discípulos de Jesús. Creemos gracias al testimonio de la Iglesia.
“No seas incrédulo, sino creyente”. Tomás también es el ejemplo de nuestras dudas. Si no toca, si no ve… no cree. Y hasta que no se encuentra con Jesús y experimenta que es verdad lo que sus compañeros le contaban, no es capaz de creer.
Pero nosotros tenemos a Jesús presente en la Eucaristía, en la oración, en la comunidad… Y tus ojos se abrirán y podrás ver que es verdad lo que sostiene la Iglesia, lo experimentarás y serás dichoso.
Si tu fe es como la de Tomás, si sólo crees en lo que se puede demostrar, en los hechos, en lo que puedes tocar. Si dudas, te animo a perseverar en la oración, los sacramentos y la comunidad. Llegará el momento en el que reconocerás al Señor y proclamarás: “¡Señor mío y Dios mío!”

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.