Lunes 18 de septiembre
XXIV semana del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Lucas 7, 1-10
En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga. Jesús se fue con ellos.
No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: «ve, y va; al otro: «ven», y viene; y a mi criado: «haz esto», y lo hace.
Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe. Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Pistas: No soy digno de que entres bajo mi techo.
El centurión pensaba que Jesús ni siquiera iba a escucharle, por eso envía primero a judíos influyentes y después a sus amigos para que hablen con Él. Al principio duda de que Jesús le vaya a atender, pero cuando se da cuenta que va hacia su casa demuestra una fe admirable. No quiere incomodar a Jesús, que según la religión judía quedaría impuro legalmente al entrar en casa de un gentil. Y decide ahorrarle eso. Pero en lo que no duda es en que Jesús tiene poder para curar al enfermo.
El centurión no necesita la presencia física de Jesús –seguro que este relato ayudó mucho a la primera comunidad cristiana, en la que Jesús no está físicamente, a comprender quién es Él y el poder de su Palabra y de la fe-. Había oído hablar de Jesús y creía en el testimonio que había escuchado. Y, por eso, con sólo su palabra tenía la certeza de que se cumpliría. Primero pensaba que él no era digno, pero cuando Jesús se acercaba a su casa confió plenamente en su poder.
Indignidad, duda, miedo a que no sea para nosotros, miedo de ser rechazados… nos alejan de Jesús, de Dios y de su poder. Pero si crees en el testimonio que de Jesús te da la Iglesia, si dejas que la Iglesia te acerque a Jesús (como lo amigos del centurión), si descubres el poder que hay en su palabra, si tienes fe, entonces podrás ver sus maravillas y entrará su salvación en tu casa.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.