Lunes 17 de julio
XV semana del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Mateo 10, 34-11, 1
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espadas.
He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá paga de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
Pistas: Parece contradictorio todo el texto. Pero Jesús avisa a sus discípulos de las dificultades a las que se enfrentarán si deciden serle fieles y seguirle. Porque su mensaje hace temblar las estructuras de pecado: la injusticia, el egoísmo, la mentira… son rechazados por el que quiere seguir a Jesús. Primero en la propia vida, pero también en el mundo y en la sociedad. A eso se refiere Jesús cuando dice que no ha venido a traer paz. Y por eso seguirle significa a veces ser señalado, atacado o perseguido.
Seguir a Jesús como Él propone no es un camino de medias tintas (que, por otra parte ¿merecen la pena?). Para seguir a Jesús hay que amarle con todo el ser (porque así nos ha amado Él primero) y esto nos llevará a amar mejor y más a los nuestros. Incluso las cosas buenas si ocupan el lugar de Dios se convierten en ídolos que nos llevan a perder la vida creyendo ganarla. Incluidos el amor a la familia u otras cosas. Entiende bien que Jesús no puede decir que no es importante amar. Lo que enseña es el orden. Porque si le amas a Él y le sigues a Él, vas a estar lleno de un amor que no tiene límites, que no se agota, que se entrega. Vas a estar lleno del Amor que es el Espíritu Santo.
Todo esto implica coger la cruz. Aceptar que el camino de la fe no es un conjuro mágico en el que con la oración o con palabras todo se soluciona. Amar a Dios no quiere decir que todo vaya a ser como en una película. Seguir a Jesús es amar, es encontrar a Dios, es vivir con plenitud, en la verdad, verdaderamente libres… Pero también es convertirse, vivir en la verdad, perdonar, cargar con la cruz… Y, por eso, “el que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará”. Esto es ir a contracorriente. Ya lo era en tiempos de Jesús, en los primeros años del cristianismo y lo sigue siendo ahora. Si encuentras tu vida como te propone el mundo, la perderás. Pero si la pierdes por Jesús, por amor, la ganas.
Y, finalmente, Jesús enseña que quien acoge a sus discípulos, por ser discípulos suyos, le acoge a Él. Es decir, que en los que somos discípulos de Jesús, Él se hace presente. Esto es un don y una tarea. Si te miras a ti mismo, en tu ser discípulo se hace presente Jesús. Y en la Iglesia, por eso los cristianos no podemos vivir ni comportarnos de cualquier modo.
Hoy nos trae muchas ideas este Evangelio. Reléelo y quédate en aquello que te llame la atención. Arrojará luz sobre tu modo de ser discípulo. Es cuestión de amor, entrega y fidelidad. Jesús lo ha dado todo y te pide que vayas recorriendo tú también ese camino.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.