Jueves, 9 de marzo
I de cuaresma
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según san Mateo 7, 7-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!
En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.»
Pistas: Es llamativa la conclusión de este Evangelio que hemos leído muchas veces. Invita a pedir, buscar y llamar. Enseña que el Padre es bueno ¡cómo no va a escuchar y dar a los que le piden! Y termina diciendo: “En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas”. Pero esto parece que no tiene nada que ver con lo anterior. Y, sin embargo, es la consecuencia. Porque si Dios es tu Padre que te ama, te escucha y te responde. Si cuando llamas, te abre; cuando buscas, encuentras; cuando pides, recibes. La conclusión es: ¿Y tú practicas esto con los demás? ¿lo que Dios hace contigo, lo que le pides a Dios, estás dispuesto a dárselo a los demás?
Orar no es algo egoísta e interesado. No supone repetir unas fórmulas sino establecer un diálogo. Te une a Dios que es amor y te concede los dones del Espíritu para poder vivir en su amor. Llama, pide y busca, porque Dios no te va a fallar. Le encontrarás y tu vida será transformada. Si rezas de verdad tu corazón se va a abrir a los demás, y vas a tratarles con el mismo amor con el que Dios te trata a ti.
En resumen: Dios te ama. Él escucha y responde a tu oración, que tiene que convertirse en acción, y te llevará a cosas concretas con las que amar al otro como a ti mismo. Te llevará a amarle con el amor que Dios te da. Y, por lo tanto, a tratarle como quieres que te trate a ti.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.