Jueves, 26 de octubre
XXIX semana del tiempo ordinario
(Recuerda: 1. Pide el Espíritu Santo 2. Lee despacio y entiende 3. Medita qué te dice la Palabra de Dios 4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
Pistas: A primera vista resultan extrañas las palabras de Jesús. Pero si lo miras desde la perspectiva de lo que sucederá tras su muerte, entenderás a qué se refiere. Jesús, resucitado por el poder del Espíritu Santo, envía ese mismo fuego, el del Espíritu. Y ya nada volverá a ser igual.
Los discípulos de Jesús participan de su bautismo, que aquí hace referencia a la muerte y resurrección. San Pablo dirá que por el bautismo somos sepultados con Cristo para nacer a la vida (Rom 6,4-6). Y su vida cambia, mueren al pecado y nacen a la vida nueva que Jesús ha venido a traer. Viven llenos del Espíritu Santo y guiados por Él, con la fuerza de sus dones.
Esto hará que sean rechazados en muchas ocasiones y perseguidos, como lo fue el mismo Jesús. El Evangelio refleja lo que las primeras comunidades viven. Creer en Jesús les lleva a tomar postura, sin amoldarse a los criterios de su tiempo. Y esto hace que muchos les rechacen, incluso sus propias familias. Pero eso no les importó, porque su vida estaba llena de Espíritu Santo, porque habían descubierto a Jesús.
Al leer este Evangelio puedes pensar en cómo es tu fidelidad a Dios, si arde en ti el fuego del Espíritu Santo. Es algo que no se puede esconder, que tiene que notarse en tu día a día, en tus relaciones con los demás, en tu trabajo o estudios, en tus quehaceres cotidianos, en tu tiempo libre, en tus diversiones… Y puede que esto haga que te señalen o te juzguen.
Creer en Jesús es ser valiente y ser fiel. Es arder en el fuego del Espíritu Santo. No valen medias tintas ni tibiezas, porque si no, la fe se apaga y se muere.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.