Jueves 23 de febrero

Jueves 23 de febrero
San Policarpo, obispo y mártir

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 9, 40-49
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa.
El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga.
Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al abismo.
Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al abismo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Todos serán salados a fuego.
Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sazonaréis? Repartíos la sal y vivid en paz unos con otros.

Pistas: Detente en las ideas que hoy te llamen la atención: Preocuparte por los que siguen a Jesús. No escandalizar a los pequeños. Huir de la tentación. Quitar incluso cosas buenas que nos llevan a obrar mal. Ser sal. Repartir y ayudar a que nadie deje de ser sal (ser discípulo). Abrir el corazón al otro. Vivir en paz.
Después, transforma las afirmaciones en preguntas. ¿Cómo trato a los que siguen a Jesús? ¿A los que van por delante de mí en el camino de la fe? ¿Y a los que van por detrás? ¿Sé que todo mi esfuerzo será recompensado? ¿Tengo cuidado con los que son débiles, con los “pequeñuelos”?
El fuego que no se apaga, el abismo, el lugar donde el gusano no muere son imágenes del infierno, de la consecuencia del pecado: ¿Soy consciente de ello? ¿Sé qué hay aspectos en mi vida que tengo que cambiar? ¿Veo que hay situaciones, cosas, que me tientan y me llevan a pecar? No valen nada, son mentiras, engaños… me llevan a sufrir a pesar de prometerme la felicidad ¿Merecen la pena?
Soy sal, soy discípulo, pero ¿si me vuelvo soso, si no vivo como discípulo? Para eso está la Iglesia, para repartir la sal al que la ha perdido. Y el fuego, como elemento purificador: “Todos serán salados a fuego”. Las consecuencias del pecado tienen que hacernos reaccionar a salir de ahí para volver a ser sal.
Todo esto no hay que hacerlo por un voluntarismo de querer ganar el cielo por nuestras fuerzas, sino como respuesta y correspondencia al amor de Dios, a la gratuidad de ser sal, de ser discípulos, de estar en el Reino. Dios valora el vaso de agua que calma al sediento, la sal que cumple con su función y la fraternidad que radica en el amor del Padre. Dios salva. Jesús hoy nos dice que no frustremos este plan amoroso de Dios para nosotros y para los demás.

Relee el Evangelio, detente y profundiza en lo que más te interpele, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.