Domingo 4 de febrero
V domingo del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
Pistas: En el Evangelio de hoy aparece recogida la actividad diaria de Jesús: curar enfermos, expulsar demonios, vencer al mal y al sufrimiento. Estar con el Padre (orar). E incansablemente seguir la voluntad del Padre sin buscar nada más: “Para eso he salido”. Y sus discípulos son testigos de ello. El Evangelio te permite una vez más contemplar quién es Jesús, acercarte al misterio del Hijo de Dios hecho hombre y adorarle.
Vamos a fijarnos en otros aspectos. Cuando Jesús se acerca hay salvación. Toma de la mano y levanta. También libera de la fiebre del pecado, que nos postra, que nos hace estar débiles… Jesús te toma de la mano y te levanta. Y fíjate en que la suegra de Simón se puso a servirles. No se quedó descansando, sino que se puso a servir. Reconoció a Jesús y entendió que tenía una tarea que hacer.
Cura a los enfermos, echa a los demonios y los calla. No quiere que nada estorbe su misión de anunciar el Reino. Quiere que las personas puedan escuchar su predicación y experimentar la Buena Nueva. Y que no se imaginen un tipo de Mesías que Él no es. Que no se centren en lo terrenal, sino que puedan mirar más allá.
En medio de esta actividad es una constante que Jesús se retira a orar. Y ¿tú? En medio de tanta actividad ¿oras? Jesús es verdadero hombre, ora al Padre, está lleno del Espíritu Santo y en su humanidad conoce la voluntad del Padre, se llena de su fuerza, descubre cada vez más profundamente su propia identidad como Hijo de Dios.
No podemos imaginar cómo sería ese tiempo que Jesús dedicaba a orar, pero podemos aprender a imitarle, y asomarnos también al diálogo que Dios quiere establecer con nosotros en la oración. En él podremos conocer cómo es Dios, asomarnos al misterio de la Trinidad. Y el amor de Dios convertirá nuestro corazón duro en uno semejante al de Jesús. Nos llenaremos del Espíritu Santo y sus dones.
Conociendo a Dios podrás vivir como discípulo suyo. No sólo por unas ideas, sino por la inmensidad de su amor hacia ti.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.