Domingo 29 de abril
V Domingo de Pascua
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
Pistas: El domingo pasado Jesús utilizaba la imagen del pastoreo para hablar de su identidad y la de sus discípulos. Hoy utiliza la vid. Cada frase encierra una profunda simbología que nos ayuda a entender mejor diferentes aspectos.
“Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”. La vid es la que hace posible que haya vida, es la que nutre y sostiene, la que está enraizada y de la que pueden nacer los brotes. Es verdadera, en Jesús no hay intereses, no hay mentira. Otros dicen actuar en nombre de Dios y lo único que buscan es su propia gloria. Jesús no.
El Padre es el dueño. En sus manos está la historia, es poderoso. Pero también es paciente (como enseñan otras parábolas de Jesús).
Dar fruto. El sarmiento –unido a la vid- da fruto, pero para ello necesita ser podado. Este proceso es duro. Significa cortar, quitar lo que sobra para conseguir buen fruto. Puedes mirar tu vida y comprender que seguir a Jesús y querer estar con Él en su viña implica cambiar, quitar cosas y dejar que crezcan los frutos en tu vida.
Pero sólo permaneciendo en Jesús se puede dar fruto. Todo lo demás son esfuerzos vacíos y vanos que llevan al fracaso, a la tristeza y al pecado. Jesús es el único que da vida y fuerza –unidos a Él podemos recibir el Espíritu Santo-.
Estar unidos a Jesús hará que podamos ver su poder actuar en nuestra vida: “Pedid lo que deseáis y se realizará”. Para ello su Palabra nos limpia, nos purifica, nos guía. Permanecer en Jesús y su palabra para dar fruto, para tener vida, para ver el poder de Dios en nuestra vida.
Todo esto debe llevar a plantearnos algo: cuando no hay frutos en mi vida ¿cuál será la razón? Cuando mi vida de fe es floja ¿qué tendré que hacer: buscar mil actividades, seguir como estoy o acercarme más a Jesús, conocerle, unirme a Él, conocer su Palabra?
Sólo unidos a Él se puede dar fruto. ¿Quieres una vida que dé gloria a Dios y fruto en abundancia? ¿o ser el sarmiento que no vale y es echado fuera?
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.