Domingo 28 de enero

Domingo 28 de enero
IV domingo del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según san Marcos 1, 21-28

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Pistas: La autoridad de nuestro mundo se basa en el dinero, el poder, la fuerza… Muchas veces en la mentira, las apariencias. La enseñanza de Jesús tiene autoridad, por ser quien es y por el poder del Espíritu Santo que actúa en Él. El Evangelio va mostrándonos quién es Jesús. Para sus coetáneos tuvo que ser difícil entender que Jesús, su amigo, su maestro, su vecino, era mucho más que una persona extraordinaria. Era Dios. Y así nos dejaron por escrito su vida y hechos, para que nosotros sepamos quién es Jesús y por qué su historia es la de la salvación, la del triunfo sobre el mal y la muerte. Una historia que da vida.
Por otra parte, el Evangelio de hoy nos recalca el poder de Jesús que vence al demonio. Su sola presencia hace que se defienda, que se muestre…. pero no tiene nada que hacer ante Jesús. Piensa en tu propia vida. Si Jesús está, el mal no tiene opción.
Jesús nos promete que también nosotros tendremos esa autoridad para luchar contra el mal, para transmitir no solo palabras o ideas, sino tener autoridad como la que tenía Él. Pero esto nos da vértigo.
Quizás sea éste el momento en el que Jesús te quiere hablar. ¿A ti? ¿Hoy?… ¿Por qué no? Prueba a escucharle releyendo este Evangelio.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.