Domingo 24 de septiembre

Domingo 24 de septiembre
XXIV domingo del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Respóndele con tu oración)

Evangelio según San Mateo 20, 1-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: Nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a mi viña.
Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer, y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. El replicó a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.

Pistas: No hace mucho tiempo que leíamos esta parábola que nos habla en primer lugar de la misericordia de Dios, de su amor, de cómo debe tratar la Iglesia a los que van llegando.
Hoy vamos a verla desde dos perspectivas. Por un lado, los últimos a los que llama el viñador para contratarlos. Habían estado a sus asuntos, por eso nadie los había contratado. Porque si se hubieran acercado antes al propietario los habría contratado. Entran tarde en el Reino. Así que si te sientes perdido, si crees que estás lejos de Dios, si piensas que eres muy pecador o tu fe está débil, si has estado a otras cosas: No tengas miedo. Sólo vete a la plaza, es decir, acércate a la Iglesia, acércate a Jesús y entra con Él. Porque es bueno. Y aunque seas de los últimos, no serás de los últimos en el corazón de Dios. Y aunque pienses que puede ser tarde, responde a su llamada.
La otra perspectiva es la de los que están desde el principio. Creen que tienen más derechos, que ellos ponen las condiciones. Quizás esto pasa cuando nos acomodamos en la Iglesia y buscamos honores y reconocimientos. Si os acordáis de la parábola del hijo pródigo, éstos se parecen al hermano mayor. Tal vez tu servicio en la Iglesia, tu fe, se haya convertido en una carga y te sientas un poco amargado. Aquí no se trata de ganar méritos, ni de una fe sin dificultades, sin tener que “aguantar el peso del día y el bochorno”. La fe es un camino hacia la plenitud con momentos complicados. Alcanzar el objetivo requiere esfuerzos, pero siempre merece la pena. Por eso entrar en el Reino supone convertirnos en discípulos de Jesús, entender y vivir la realidad, las relaciones con los demás, la relación con Dios, como Él la vivió.
Al releer el Evangelio piensa qué quiere decirte a ti. Cuál de las perspectivas te interpela. Y acude a Dios misericordioso que te llama, que te espera, que te acoge.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.